La obra de Sor Juana Inés de la Cruz y los estudios de género

La semana pasada publicamos la primera parte del ensayo sobre Sor Juana Inés de la Cruz y los estudios de género posteriores a su obra, esta es la segunda parte del trabajo, agradecemos sus comentarios.

Sor Juana, inteligencia que se plasma para borrarse; afirmación valiente que tiene que matizarse con salvedades; testimonio que se ofrece a los borrones del censor. Sor Juana adelanta dos pasos y debe retraerse uno: “pero vos, con vuestra cordura y benignidad, supliréis o enmendaréis los términos”.13

Esta sombra de la falta de independencia, del respeto obligado a la autoridad, reaparece una y otra vez en la obra de Sor Juana. La reclusa jerónima hizo mucho, pero no todo lo que quería. Y no es que fuera de todo punto imposible. Su coetánea Gabrielle Suchon (1632-1703), en circunstancias también peculiares (la Francia rural del XVII, una familia de la pequeña nobleza con pocos integrantes) pudo conseguir en Roma el permiso para salir del convento y vivir sola con su madre, dedicada a escribir.

Suchon publicó dos libros, un Tratado de la moral y de la política y Del Celibato voluntario o la vida sin compromiso, al que debe su fama de feminista, pues postula que es lícito para una mujer dedicarse, como ella lo hizo, a una vida de estudio y piedad fuera del convento.

Con todo, como afirma la estudiosa del caso, Marie-Cécile Bénassy-Berling, la calidad de la escritura de Suchon no es comparable, ni de lejos, con la de Sor Juana, y sus aspiraciones de género no pasaron de la restringida libertad de que mujeres como ella se dedicaran a la vida retirada, en tanto “el genio literario, la amplitud de miras, la reivindicación de un verdadero cambio y la solidaridad, son propios de Sor Juana”.14

En suma, me parece que los estudios de género aportan nuevas luces a la compleja obra de Sor Juana, rica en afirmaciones a favor de la mujer como ser dotado de entendimiento y voluntad; su vida es ejemplo de ello. Los nuevos estudios, además, ponen de manifiesto los niveles recónditos, las maneras sutiles en que Sor Juana eligió sus recursos estilísticos para introducir, aun en los temas más frecuentados por otros (el barroco es, en el nivel del lenguaje, un juego de variantes), una perspectiva femenina.

Sin embargo, creo que la valía de las nuevas interpretaciones de género sobre la obra de Sor Juana, puede opacarse si al abordar su obra no se tiene en cuenta, en todo momento, el peso de sus circunstancias.

Porque incluso las afirmaciones más osadas de Sor Juana, las que pueden hacernos imaginar a la monja jerónima escribiendo con una sonrisa  amarga fórmulas serviles que son un guiño interno para el lector de otros siglos, topan en algún momento con un horizonte cultural específico, del que ni una inteligencia privilegiada como la de Sor Juana pudo escapar. Ese horizonte es la barrera de una ortodoxia religiosa y una presión jerárquica, de signo político, que dio fin a su vida y a su obra.

Durante siglos corrió la especie de que Sor Juana se había arrepentido de su dedicación al estudio, de que había rubricado con sangre, como efectivamente lo hizo, una Protesta 15 de fe, y que había escrito, es cierto, una Petición 16 de perdón y adhesión a la Iglesia; que había vendido los 4,000 volúmenes de su biblioteca, así como sus valiosos instrumentos astronómicos y musicales, para auxiliar a los pobres, y había sucumbido a la peste, como otras monjas de su comunidad.

Esta especie fue puesta en duda por varios estudiosos, entre ellos Octavio Paz 17, no por cuanto a los documentos, que efectivamente existen, sino por cuanto a los motivos y condiciones que orillaron a Sor Juana a escribirlos. No obstante, faltaban elementos para probar que Sor Juana había intentado, hasta el final, mantener su independencia intelectual. Faltan todavía hoy. Pero representa un avance que en 1981, el padre Aureliano Tapia localizara una carta inédita en la que Sor Juana se deslinda de su confesor, el famoso sacerdote jesuita Núñez de Miranda, con estas palabras:

Y así le suplico a Vuestra Reverencia, que si no gusta, ni es ya servido favorecerme (que eso es voluntario), no se acuerde de mí, aunque sentiré tanta pérdida nunca podré quejarme que Dios que me crió y redimió, y que usa conmigo tantas misericordias, proveerá con remedio a mi alma que espera en su bondad no se perderá, aunque falte la dirección de Vuestra Reverencia; que del cielo hacen muchas llaves y no se estrechó a un solo dictamen sino que hay en él infinidad de mansiones para diversos genios, y en el mundo hay muchos teólogos, y cuando faltaran, en querer más que en saber consiste el salvarse, y esto más estará en mí que en el confesor. 18

Este valiente testimonio, que nos pinta a una Sor Juana segura de su dignidad y su albedrío, se une a otros datos recientes que ponen en duda el total alejamiento de la vida intelectual que  habría caracterizado sus últimos meses de vida.

Sor Juana no dejó de quejarse de los obstáculos que había debido vencer para seguir su inclinación al estudio. La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz constituye un testimonio conmovedor sobre el tema. Pero junto a estas declaraciones de independencia aparecen siempre las fórmulas de humildad, los llamados a la clemencia, las remisiones de textos que se consideran imperfectos y que se ponen invariablemente bajo la supervisión y mejor opinión del dignatario a quien se dirigen.

Aunque nuevos documentos puedan dar lugar a nuevas interpretaciones (que no de otra cosa se trata el que cada época, cada cultura y cada lector reelaboren en su propia clave la obra de los grandes autores), tal vez nunca sabremos hasta qué punto Sor Juana ponía la salvación de su alma por encima de cualquier consideración, y hasta qué punto estuvo dispuesta a sacrificar a la obediencia de su condición de monja, sus más íntimas convicciones.

Pero con los elementos con que hasta ahora contamos, resulta difícil dudar del peso que la ortodoxia y las estructuras ejercieron sobre ella. Por eso me parece aventurado hablar, sin la debida contextualización, de una Sor Juana feminista. Sin duda abrigó ideas que pueden considerarse un claro precedente de algunas de las premisas básicas de cualquier feminismo. Pero creo que un ejercicio honesto de indagación, debe sopesar estos elementos sin aplicar a otra época valores que pertenecen a nuestra propia mirada.

No podemos hacer a un lado todo lo que significaba la cultura colonial, barroca y patriarcal de la Nueva España en el siglo XVII, porque fue en ese medio en el que Sor Juana, espíritu singular, “adelantado” y firme como pocos, vivió y escribió.

En ese sentido, me parece centrada la visión que propone Yolanda Martínez-San Miguel en el ensayo arriba citado, donde enfatiza la importancia de incorporar el contexto colonial “como elemento que resulta imprescindible para reflexionar sobre las particulares reformulaciones que realiza Sor Juana de las epistemologías predominantes en Europa, no sólo desde su perspectiva femenina, sino desde una mirada decididamente americana”. 19

De cualquier modo, desde donde quiera que se le mire, la obra de Sor Juana Inés de la Cruz seguirá hablando a la mente y al corazón de los lectores de muchos siglos.

Bibliografía:

13 Parte final de la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, Obras Completas, T. IV., p. 474.

14 “Sor Juana Inés de la Cruz y la feminista Gabrille Suchon (1632-1703)” en Aproximaciones a Sor Juana, p. 41.

15 “Protesta que, rubricada con su sangre, hizo de su fe y amor a Dios”, Obras Completas, T. IV, pp. 518-19.

16 “Petición que, en forma casuídica, presenta al Tribunal Divino”, ibidem, pp. 519-20.

17 Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, México, 1980, FCE.

18 Antonio Alatorre, “La carta de Sor Juana al P. Núñez (1682)”, Nueva Revista de Filología Hispánica, México, 35 (1987), pp. 169-178, citado en Aproximaciones a Sor Juana, p. 55, nota 1.

19 Art. cit., pp. 188-89.