La poética de Paz: un camino hacia sí mismo, por Fidencio Aguilar Víquez.
«Ahora miro la vida. Doy los pasos para ser amable, abierto. Retomo los aspectos importantes de la vida. Mantengo salud, vitalidad y creatividad. Me muevo con agilidad y veo la belleza de las cosas. Para conectarme conmigo mismo, para ser consciente de mí, de mi cuerpo, mis emociones y mis pensamientos, para conectarme conmigo, tengo ganas de escribir». Así terminaba yo la sesión con mi terapeuta, después de unas semanas de actividad y cansancio acumulados.
Escribo pero antes miro las palabras. No puedo quitarles su connotación de poesía. Veo un dibujo que hice alguna vez de Octavio Paz, el «dibujo» de un texto con que presenta Libertad bajo palabra (1935 – 1957), su primer libro de poesías en forma. «Avanzo lentamente y pueblo la noche de estrellas, de palabras» (2006: 23). En el dibujo, ahora no recuerdo a qué poema corresponde veo un espejo que se va transformando en una silueta humana, luego un rostro, una máscara.
Recuerdo entonces de dónde tomé el texto; se trata del tomo de entrevistas, la presentación del diálogo entre Paz y Julián Ríos hecha por éste (2003 B: 588) De hecho la última de las entrevistas recogidas en ese volumen. Durante el diálogo, el entrevistador va introduciendo textos de poesías o ensayos del poeta. Ahí veo el texto a partir del cual hice mi dibujo. Después de la máscara, que no es máscara sino máscaras, en plural, siguen los tatuajes, las heridas, los ojos. Luego, una extraña mezcla, unos colmillos, seguidos de unas lenguas de fuego que, enseguida se transforman en lechos de cenizas, mismos que se vuelven nubes. Éstas, a su vez, se transforman en árboles que son cabelleras que volcanes que son olas que son raíces.
Después de las raíces, éstas se tornan amantes enlazados que son piedras. Piedras que son mendigos, mendigos que son huesos, huesos que son sombras, sombras que son calles, calles que son manchas en la pared que son espigas. Espigas que son niños que son pájaros, pájaros que son corazones. Corazones que son manantiales que son espejos. Mi dibujo es una vía láctea, signos en rotación donde el poeta habla al lector. El lector soy yo. Me encuentro en el extremo derecho del dibujo, en la parte superior.
Miro la vida, decía yo al final de mi sesión terapéutica. Es también una forma de decir: Miro al mundo. Pero si sigo en el tono paciano, el mundo, lo que llamamos cosas no son sino palabras. Así lo escribe el poeta en Los hijos del limo:
El mundo no es un conjunto de cosas, sino de signos: lo que llamamos cosas son palabras. Una montaña es una palabra, un río es otra, un paisaje es una frase. Y todas esas frases están en continuo cambio: la correspondencia universal significa perpetua metamorfosis. El texto que es el mundo no es un texto único: cada página es la traducción y la metamorfosis de otra y así sucesivamente. El mundo es la metáfora de una metáfora. (2003 A: 395).
Se trata de otra vía para mirar la realidad, la vida, la existencia. No es la mirada de la filosofía. Ésta sigue teniendo el privilegio de ser un conocimiento cierto de las cosas por sus causas últimas o primeros principios a la luz natural de la razón. Ya Aristóteles había planteado la necesidad de una ciencia de los primeros principios (Metafísica, 1012b – 1013a 22).
La vía que propone la poesía va por otro sendero: no el del rigor racional, no el de la analogía, sino el de la ironía. Ahí donde la aventura racional se topa con pared. Ahí donde, escribe Paz, esto es en realidad aquello (Paz, 2008: 100). La poesía nos muestra, como la filosofía, el significado, el sentido de las cosas. Pero por la vía de la imagen poética. Tal imagen me recordó el libro de poemas Pasado en claro, inmediatamente vino hacia mí la imagen del camino.
Miro la vida y emprendo ese viaje hacia mí mismo. No para encerrarme sino para esclarecerme, para salir del dilema entre el desesperado querer ser uno mismo y el desesperado no querer ser uno mismo, para recorrer el camino interior a pesar de las dificultades, a pesar de la coexistencia de los contrarios, en la búsqueda de esa luz interna que es el ser auténtico, la verdad de sí.
Árbol adentro me ayudó, con sus trazos a ubicar la entrada del sendero. La imagen del árbol me salió al encuentro —en “Raíz del hombre”— para mostrarme una imagen de mujer: “Tú, muerta, bajo el gran árbol de mi sangre.” (Paz, 2006: 31). Está presente la existencias, pero al mismo tiempo y junto a ella la muerte, su término. Mas vida también: “Para esperar la noche me he tendido a la sombra de un árbol de latidos.”(Paz, 2004: 104). En los momentos de meditación solitaria ante la muerte, la conciencia mira al “roble que habla solo” (Paz, 2004: 134); o bien, se topa con el “árbol todo raíces — la higuera religiosa.” (Paz, 2004: 143).
El árbol también es, como se muestra en “Pilares”, la imagen del amor: “En mitad del espacio/ ya somos, enlazados,/ un árbol que respira./ Nuestros cuerpos se cubren/ de una yedra de sílabas.”(Paz, 2004: 168) O bien, un diálogo de amantes: “Tu mirada es sembradora. Plantó un árbol/ yo hablo porque tú meces los follajes.”(Paz, 2004: 181) Pero ¿quién habla? “Allá adentro, en mi frente,/ el árbol habla./ Acércate, ¿lo oyes?” (Paz, 2004: 159) Se trata de la otra voz.
Por ello, cuando en la soledad de nuestra noche oscura, la sensación de finitud y fragilidad brota, surge también esa otra sensación de vinculación con el creador, con la totalidad, con el sentido, con el misterio. En “Hermandad”, el poema de Ptolomeo es re-editado y perfeccionado (Stanton, 2009: 135):
Soy hombre: duro poco
Y es enorme la noche
Pero miro hacia arriba:
Las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
También soy escritura
Y en este mismo instante
Alguien me deletrea. (Paz, 2004: 112)
Escribo este texto para caminar hacia mí mismo. Para mirar las cosas y retomar los aspectos importantes de la vida. Para mantener la salud. Para ser amable y abierto. Para descubrir la chispa del Espíritu y del Misterio. Por todo eso, tengo ganas de escribir y escribo.
Bibliografía
Paz, Octavio (2003 A). Obras completas 1. La casa de la presencia. Poesía e historia. Edición del autor. Círculo de lectores / Fondo de Cultura Económica. 1a. ed. Barcelona 1991. 2a. ed. México 1994. 4a. reimp. 619pp.
— (2003 B). Obras completas 15. Miscelánea III. Entrevistas. Edición del autor. Círculo de lectores / Fondo de Cultura Económica. 1a. ed. Barcelona 2002. 2a. ed. México. 754pp.
— (2006). Obras completas 11. Obra poética I (1935-1970). Edición del autor. Círculo de lectores / Fondo de Cultura Económica. 1a. ed. Barcelona 1996. 2a. ed. México 1997. 4a. reimp. 588pp.
— (2004). Obras completas 12. Obra poética II (1969-1998). Edición del autor. Círculo de lectores / Fondo de Cultura Económica. 1a. ed. Barcelona, 2003. 1a. ed. México. 775pp.
— (2008). El arco y la lira. El poema, la revelación poética, poesía e historia. Fondo de Cultura Económica. México 3a. ed. 1972. 16a. reimp. 307pp.
Stanton, Anthony (Ed.) (2009). Octavio Paz. Entre poética y política. El Colegio de México. México. 317pp.