Por Giampiero Aquila.
El pasado 15 de octubre (de 2022) me encontraba en la Plaza de San Pedro por una audiencia que el Papa Francisco concedió a los miembros del movimiento de Comunión y Liberación. Fue un evento multitudinario en el que el Santo Padre se dirigió a las personas que se agolpaban en la Plaza como un padre afectuoso; haciendo una memoria clara del fundador el movimiento, el padre Luigi Giussani, fallecido en 2005, indicando límites y cualidades de su experiencia e invitando a un renovado impulso misionero.
Hacia el final de su discurso hace una petición particular a los asistentes con las siguientes palabras:
Quisiera pediros una ayuda concreta para hoy, para este tiempo. Os invito a acompañarme en la profecía por la paz —¡Cristo, Señor de la paz! El mundo cada vez más violento y guerrero me asusta realmente, lo digo de verdad: me asusta—; en la profecía que indica la presencia de Dios en los pobres, en cuanto abandonados y vulnerables, condenados o dejados de lado en la construcción social; en la profecía que anuncia la presencia de Dios en toda nación y cultura, yendo al encuentro de las aspiraciones de amor y verdad, de justicia y felicidad que pertenecen al corazón humano y que laten en la vida de los pueblos. Que arda en vuestros corazones esta santa inquietud profética y misionera. No os quedéis parados. (Francisco, 2022)
La provocación del Papa sobre la paz nos recuerda a todos que, de frente a este estado de guerra generalizado, es este elemento de conciencia el que se pierde, se termina “normalizando” el estado de guerra en el que nos encontramos. Se lee en las noticias sobre el frente ucraniano o en uno de los múltiples conflictos que van ensangrentando nuestra época y provocan poca o ninguna reacción, salvo tal vez, un poco de aburrida curiosidad.
No se trata sólo de una conciencia clara acerca de los conflictos internacionales que provocan miles de muertos, a este respecto es importante mirar al reporte del International Crisis Group que lanza una mirada sobre las amenazas de guerra actuales. El documento fue publicado el pasado 1 de enero y nace de las siguientes preguntas: ¿el 2023 verá a las principales potencias ir a la guerra o romper un tabú nuclear de casi 80 años? ¿Las crisis políticas, las dificultades económicas y el colapso climático causarán un colapso social no sólo en determinados países sino en una franja del mundo?
Las respuestas, en el peor de los casos, a estas grandes preguntas parecen descabelladas. Pero después de los últimos años, sería importante no descartar lo impensable.
Los autores se preguntan lo anterior antes de analizar los diez conflictos que actualmente amenazan recrudecer y extenderse a nivel global o regional. Es decir: Ucrania y Rusia; Armenia y Azerbaiyán; los conflictos internos de Irán y, en la misma región, las guerras civiles en Yemen, Etiopía, en la República Democrática del Congo y la guerra regional que se está gestando en su alrededor; la región del Sahel que abarca tres Estados (Burkina Faso, Niger y Mali), Haití igualmente detenido en una interminable guerra civil; Paquistán que se encuentra en una severa crisis política estando además en una región que ha visto por décadas la guerra de Afganistán; finalmente una de las amenazas más importante de la actualidad, el conflicto entre la República Popular de China y Taiwán.
En total diez conflictos en los que la mayoría de los países involucrados tienen capacidad de armamento nuclear.
Cuando lanzamos una mirada atenta al reporte, nos damos cuenta que las palabras del Papa no solamente se refieren a las guerras armadas sino que incluyen en las condiciones de beligerancia a ‘los pobres, en cuanto abandonados y vulnerables, condenados o dejados de lado en la construcción social’, guerra, pobreza, hambre y abandono no son subproducto de la guerra, sino que se trata de causas asociadas y hasta formas misma del odio beligerante.
En nuestro México, donde la guerra ahora es una realidad cotidiana, es difícil creer que de hecho hay más personas asesinadas que por la misma guerra de Ucrania y que sea el único país de América Latina en donde esto sucede; al menos en cuanto a la proporción de muertes violentas por número de habitantes. De acuerdo a los datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, entre los primeros 20 países por índice de asesinados,16 son pertenecientes al continente americano y las primeras dos plazas están ocupadas por El Salvador y Jamaica .
Quisiera destacar un aspecto del pedido papal a Comunión y Liberación. El Papa pide ser acompañado en la profecía de la paz y no solamente en una ayuda a promoverla, pide mirar a Dios en el pobre y en el descartado.
Luigi Giussani, en «Dar la vida por la obra de otro» (2022), afirma que la consideración de «Dios todo en todo» (1 Cor 15,28) es
«la impresionante consecuencia a la que conduce la razón, cuando se la comprende según la experiencia con realismo natural que hacemos de ella… Recordemos, la razón es la necesidad de un sentido total, la apertura a la realidad en la totalidad de sus factores.” (L. Giussani, 2022:86).
Llama la atención que Giussani apele a la razón que reclama una totalidad de significado como actitud adecuada del hombre ante la realidad, no necesita una visión espiritualista, sino requiere de una razón encarnada ante la cual el Misterio también encarnado, se pone como desafío plenamente racional. Es en este horizonte que la petición de acompañamiento profético al Papa va adquiriendo su significado.
De todas las dimensiones que describen la figura del profeta, la primera es ciertamente la elección, el profeta es el elegido, con sus límites y flaquezas. El hecho de reconocerse llamado, es decir, el simple hecho de reconocerse colocado en una determinada circunstancia histórica como circunstancia objetiva de un llamado, implica una responsabilidad bien definida en sentido literal: llamado a responder.
La profecía se configura como juicio sobre la naturaleza misma de la vida humana, esto no puede explicarse plenamente al nivel de simple ejercicio de una opción voluntaria, pues para poder optar debo tener opciones, es decir circunstancias que, a partir de mi misma existencia, no tengo la capacidad de definir, pues la vida misma me es dada: no decidí nacer, así como no decidí vivir en esta época, tener una determinada nacionalidad, lengua, unos determinados padres, haber nacido varón o mujer y podríamos agregar un largo etcétera. En realidad, son muy pocas las cosas que decidimos nosotros, nuestra libertad se define más bien en decidir un abrazo y un rechazo de las circunstancias dadas.
El primer ejercicio de la libertad de facto es una responsabilidad, una respuesta, a las circunstancias en que soy llamado a vivir, por eso: elegido.
Incluso antes de hacer, la profecía de la paz se presenta como una renovada autoconciencia; mi vida es un llamado, no genérico, a la existencia desde la nada, antes no era y ahora estoy, una llamada a la existencia en un tiempo preciso y en un espacio determinado.
La profecía implica sobre todo la vocación a un protagonismo en la historia, reconocerse dotados de una autoconciencia centrada en la responsabilidad ante una tarea encomendada.
Me doy cuenta de que este primer paso va claramente en sentido contrario a lo que afirma el individualismo autorreferencial que domina contrastado. En un tiempo como el nuestro, estamos llamados a asumir la responsabilidad del bien común, a ser protagonistas de la historia, es decir profetas de la paz.
Referencias
International Crisis Group. (01 de enero de 2023). 10 conflicts to watch in 2023. Internationals Crisis Group.
https://www.crisisgroup.org/sites/default/files/2023-01/10-ctw-2023.pdf
Redacción.(s.f). Homicidios intencionales (por cada 100.000 habitantes) – Ranking países. Index Mundi. https://www.indexmundi.com/es/datos/indicadores/VC.IHR.PSRC.P5/rankings
Giussani, L. 2022. Dar la vida por la obra de otro. Dios y la existencia. Ediciones Encuentro. Madrid 2022. Pág. 86