Por Jorge Navarro.
La Asamblea General de la ONU estableció el 27 de enero de cada año para conmemorar el Dia Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto. La fecha recuerda que El 27 de enero de 1945, el entonces ejercito soviético, realizó la liberación de Auschwitz-Birkenau, el campo de concentración y exterminio más grande instalado por el régimen nazi, en cercanías de Cracovia.
Auschwitz, no es sólo una prisión sino un complejo de tres centros coordinados: Auschwitz I, el campo original, Auschwitz II-Birkenau, es la prisión más conocida y operaba como campo de concentración y exterminio, y Auschwitz III-Monowitz, campo de trabajo; a los cuales hay que agregar 45 campos satélites. Auschwitz con sus tres centros además de prisión operaba como administración de un sistema para imponer trabajos forzados, operaba proyectos de investigación agrícola y genética, en conexión con la industria militar, metalúrgica y minera; pero sobre todo para la represión y exterminio de los enemigos del régimen; en particular, sirvió para operar la llamada “solución final” para el exterminio de judíos.
“Holocausto” es una palabra de origen griego, que en la antiguedad significaba, en ámbito religioso, el sacrificio y la consunción total de la víctima, por fuego. La palabra, “holocausto”, en el contexto al que aludimos ahora, se refiere a la persecución y el asesinato, burocráticamente organizado y sostenido desde el poder del estado, de seis millones de judíos, por parte del régimen nazi y sus colaboradores. Los judíos, en efecto se convirtieron en un objetivo de exterminio, legitimado por una ideológía racista y antisemita, que desde el poder se había propuesto crear una raza superior y en razón de esto eliminar las que consideraba razas degradadas o individuos degenerados: todos un peligro racial. Judíos, gitanos, discapacitados, homosexuales, etc.
En Auschwitz II-Birkenau, se asegura, fueron eliminados alrededor de 1.3 millones de prisioneros de los cuales un millón era judíos. Y al régimen de persecución organizado por los nazis, se la atribuyen, en toda Europa, la eliminación de 6 millones de judíos.
La celebración de la ONU nos invita, ciertamente, a no olvidar el origen malvado y la locura ideológica del proyecto exterminador del Holocausto, pero sobre todo, nos llama a recordar a las víctimas. Las víctimas no son sólo individuos de una cierta clase o grupo, aunque hayan sido perseguidos por serlo; sino personas: mujeres, hombres, ancianos, adolescentes, niños, con un pasado y una promesa de vida, que atraviesa su condición de creyentes, ateos, liberales, conservadores, activistas, pastores, gente común… Cada persona es un rostro y una historia y… un gran misterio en su origen y destino.
Los números nos traicionan, porque sustituyen el rostro por un guarismo y a un pueblo por una estadística. Nos ayudan, cierto, a recordar la magnitud de la irracionalidad y de maldad; aún cuando se trate de esa forma que Arendt llamó “banalidad del mal”.
A través de la literatura, de la investigación documental, de los “museos de la memoria”, los archivos fotográficos y videográficos con imágenes de la época, se ha podido construir un imaginario sobre estos hechos, que la memoria necesita para retener la gravedad de los hechos. A ello, sin duda, ha contribuido el cine y a otras formas de puesta en escena y documentales sobre personas, hechos y circunstancias: Noche y niebla (1955), La lista de Schindler (1993), El pianista (2002), El diario de Ana Frank (2009 ), Shoa, documental de larga duración (1985) y otros, han ayudado a formar una especie de imaginario colectivo, de alcances masivos, sobre estos hechos terribles; si bien no son sustitutos de la verdad histórica, nos reclaman a no olvidar y a “sentir”, la violencia contra la humanidad en cada víctima.
De cualquier modo, debemos evitar ceder a otra forma de banalización que es convertir estas “escenificaciones” en materia de espectáculo o de entretenimiento.
La identificación de ciertos personas, rostros y biografías, nos ayuda a superar la estadística y los números fríos, que pueden desviar hacia lo abstracto. De diversos modos nos han llegado noticias de personas que podemos identificar como una vida y un nombre concreto: Ana Frank fue internada en Auschwitz-Birkenau entre septiembre y octubre de 1944, luego fue trasladada a Bergen-Belsen, donde murió de tifus; sus padre Otto Frank sobrevivio a la prisión y publicó el famoso diario de su hija. Maximilian Kolbe, santo polaco, fue prisionero en Auschwitz I. Witold Pilecki, soldado polaco del Armia Krajowa, organizó la resistencia en Auschwitz. Edith Stein, monja católica y santa alemana de origen judío, murió en las cámaras de gas de Auschwitz II. Elie Wiesel, escritor de lengua yiddish y francesa, de nacionalidad estadounidense, sobreviviente que fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1986. Primo Levi, escritor italiano de origen judío, capturado y deportado a Auschwitz en el invierno de 1944, sobrevivió y escribió Si esto es un hombre, estremecedor relato de la vida diaria del campo y la cruel lucha por la supervivencia. Viktor Frankl, psiquiatra, recluido en el campo de Theresienstadt, en el que ingresó en 1942. Dos años después fue trasladado a Auschwitz y posteriormente fue destinado a dos subcampos de Dachau. En su reclusión planteó una terapia psiquiátrica llamada logoterapia. Su experiencia la dejó plasmada en El hombre en busca de sentido. Imre Kertész, escritor húngaro, premio Nobel de literatura, fue deportado en 1944 a Auschwitz y a Buchenwald con 15 años. Su novela Sin destino se localiza en el campo de concentración.
Auschwitz también es un lugar para confrontar nuestra conciencia de pertenencia a una misma humanidad, es decir, a crecer en fraternidad, de manera que las diferencias, aun las más legitimas, no se conviertan en argumentos de odio y de exclusión/eliminación del que es diferente. Porque la persona concreta, no funda su valor en los atributos étnicos, sociales, culturales, económicos, etc. sino en el hecho mismo de ser persona, valiosa por sí misma.
En su visita a Auschwitz en 2006, el papa Ratzinger manifestó, cual era para él, el significado de la conmemoración ante las víctimas del Holocausto: “El lugar en donde nos encontramos es un lugar de la memoria, el lugar de la Shoah. El pasado no es sólo pasado. Nos atañe también a nosotros y nos señala qué caminos no debemos tomar y qué caminos debemos tomar.” (Benedicto XVI, 2016; párr. 14)[1] Junto a la inacallable pregunta por el silencio o la ausencia de Dios ante aquellos crímenes: “¿Por qué Señor callaste?, ¿por qué toleraste todo esto?”, es necesario dejar espacio al silencio, ante el horror de los crímenes abominables cometidos contra Dios y contra los hombres.
Se impone silencio ante tanto horror y sufrimiento y evitar cualquier intento de discurso, justificativo o explicativo; es quizá la misma amonestación de Adorno al decir que: “no es posible escribir poesía después de Auschwitz“. Francisco visitó estos lugares en 2016 en completo silencio, sin discurso alguno, la cabeza inclinada y palpando con delicadeza algunos de los signos todavía presentes que recuerdan la humillación y la tragedia que ahí se vivió.
Al interior de ese silencio, es inevitable inclinarse ante las víctimas, en un gesto, dice el papa alemán, que se convierte en petición de perdón y de reconciliación: “ante todo, a Dios, el único que puede abrir y purificar nuestro corazón; luego, a los hombres que aquí sufrieron; y, por último, la gracia de la reconciliación para todos los que, en este momento de nuestra historia, sufren de modo nuevo bajo el poder del odio y bajo la violencia fomentada por el odio”.(Benedicto XVI, 2016; párr. 7)
La memoria de las víctimas del Holocausto nos conmueve profundamente, ellas “sacuden nuestra memoria, sacuden nuestro corazón”, no para provocar odio; más bien, ellas nos demuestran cuán terrible es la obra del odio y nos provocan a reconocer y rechazar el mal; suscitan nuestra valentía por el bien y la entereza ante el mal. “Quieren, dice Benedicto XVI, despertar en nosotros los sentimientos que se expresan en las palabras que Sófocles pone en labios de Antígona ante el horror que la rodea: «Están aquí no para odiar juntos, sino para amar juntos». (Benedicto XVI, 2016; párr. 24; párr. 5)
La memoria adquiere un acento de denuncia a la mentira y al abuso del poder, que sistemáticamente miente y engaña a un pueblo, como ocurrió durante aquellos años previos y durante la II Guerra, al pueblo alemán: “sobre el cual un grupo de criminales alcanzó el poder mediante promesas mentirosas, en nombre de perspectivas de grandeza, de recuperación del honor de la nación y de su importancia, con previsiones de bienestar, y también con la fuerza del terror y de la intimidación; así, usaron y abusaron de nuestro pueblo como instrumento de su frenesí de destrucción y dominio” (Benedicto XVI, 2016: párr. 24).
Hace un año el 27 enero de 2021, el día de la Conmemoración el Papa Francisco decía que este gesto de memoria, “es un acto de humanidad, un signo de civilización… condición para un futuro mejor para la humanidad”. Y sobre todo una suerte de responsabilidad ya que “estos hechos pueden volver a ocurrir”. (en DW, 2021)
Referencias:
(12/09/2021). Papa: el antisemitismo en Europa es «una mecha que hay que apagar». En DW Made for Minds. Recuperado en https://www.dw.com/es/papa-el-antisemitismo-en-europa-es-una-mecha-que-hay-que-apagar/a-59157947
Benedicto XVI. Vaticano ii. Viaje Apostólico de su Santidad Benedicto XVI a Polonia. Discurso del Santo Padre. 28 de mayo de 2006. Recuperado en https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2006/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20060528_auschwitz-birkenau.html
UNESCO. Día Internacional de conmemoración del Holocausto. Recuperado de https://es.unesco.org/commemorations/holocaustremembranceday
[1] Benedicto XVI. (28/05/216) Visita al Campo de concentración de Auschwitz. Librería Editrice Vaticana. Recuperado de https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2006/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20060528_auschwitz-birkenau.html