Por Patricia Mancilla.
La Neuroética es una interdisciplina nueva que se origina en San Francisco California en el año 2002 (Granados, Amaya, Granados, Amaya, & Manuel, s.f), y que surge a partir del diálogo entre diferentes ciencias que a lo largo del tiempo se han preguntado sobre la relación existente entre la mente y el cerebro como núcleo integrador del sistema nervioso, y que gracias a los avances tecnológicos posibilita una mejor comprensión. Es por ello que tanto el filósofo, como el psicólogo, el médico o el psiquiatra pueden crear un puente de conocimiento entre la anatomía y fisiología del cerebro y el enigma de la mente.
De tal manera que, además de investigar el cerebro humano, estudiará lo que compete a la mente, como la moralidad de los actos, el libre albedrío, la toma de decisiones y las implicaciones antropológicas, éticas, sociales, psicológicas y legales de los mismos. De ahí que una de las tantas definiciones propuestas para esta nueva disciplina sea: “ El estudio de las cuestiones éticas, legales y sociales que surgen cuando los hallazgos científicos sobre el cerebro son llevados a la práctica médica, a las interpretaciones legales y a las políticas sanitarias o sociales”(…) ”estos hallazgos van desde la genética o la imagen cerebral hasta el diagnóstico y predicción de enfermedades” (Granados et al.,s.f). Sin embargo, el hombre no puede reducirse solo a este dualismo de mente – cerebro, porque el ser humano no es un órgano, es una totalidad.
Entender que la persona es más biografía que biología (Guerra López, ), es un reto para los científicos que reducen al ser humano, a los aspectos biológicos y cognitivos y dejan de lado la experiencia, el entorno social e histórico que ha marcado la vida de aquellos individuos, los gustos, las creencias.
Debido a que ningún ser humano vive la misma experiencia de la misma manera, aún al contemplar el mismo atardecer en el mismo lugar, la experiencia de cada persona será distinta. El alma es principio de estructura, orden y unidad; ya que, en unidad el cuerpo y el alma se integran, es decir el alma es el factor determinante de la materia (Alandete, 2014), (Guerra, 2010).
El desafío para la Bioética personalista, es integrar el concepto del alma a las neurociencias, comprender que la felicidad del ser humano no radica en la perfección, que el hombre está integrado por otras dimensiones como son la espiritual, la psicológica, la vida moral y que no se reduce solo a un perfeccionamiento biológico.
Cuando se reconoce el alma como principio vital de unión de esas dimensiones que integran al ser humano, se ve a la persona como un fin y no como un medio,es decir, se mira al otro con dignidad.
Por lo anterior, inferimos que para comprender el ser del hombre y la manera en que hay que tratarle es necesario reconocer que posee una dignidad inherente. La dignidad tiene un carácter ontólogico, su naturaleza no puede ser más ni menos, no hay gradualidad, es única, inalterable no puede perderse jamás, perderla significa dejar de ser persona, es constitutiva al ser independientemente de sus características físicas, sociales o culturales, no se agota en las acciones del hombre.
Al hablar de dignidad humana en el ámbito de la Neuroética, es necesario recordar que los mínimos éticos son todas aquellas muestras de respeto que se le deben al otro, así los mínimos de exigencia éticos responden a la invitación de realizar aquello que se debe de hacer, ¿a qué estoy obligado en relación al otro? y limitar aquellos avances tecnológicos o experimentos médicos que no se deben de hacer en el campo de las neurociencias, en favor de la dignidad humana.
Si bien, la nueva tecnología aplicada al conocimiento de las funciones cerebrales con fines terapéuticos son un éxito en muchos sentidos; por otro lado, pueden implicar un gran riesgo al exacerbar la condición de inequidad, vulnerabilidad y desigualdad social, ya que no todas las personas cuentan con los recursos para beneficiarse de los avances de las neurociencias.
El problema no es el avance tecnológico, ni la inteligencia artificial, ni la neurociencia, el problema es que se deje de lado la ética y las perspectivas morales que son propias de la Bioética, de ahí que surja la necesidad de una nueva disciplina aplicada: la Neuroética, para regular los beneficios y advertir sobre los peligros potenciales de las investigaciones cerebrales (Evers, 2011). Así, la Bioética analiza los dilemas éticos de las cuestiones presentes, pero también intenta plantear posibles recomendaciones para cuestiones futuras, para llegar así a los posibles escenarios antes de que las cosas sucedan y pueda salvaguardar la dignidad humana.
Debido a que vivimos en un cambio de época hemos sido testigos de cómo las tecnologías aplicadas a la vida, dan origen a las biotecnologías que tienen la capacidad de modificar la naturaleza del hombre, su libertad, su forma de vida, su entorno; los mismos avances tecnológicos que podrían favorecer la salud y la vida, también en no pocas ocasiones pueden usarse en contra de la misma.
Algunos de los problemas que plantean los escenarios futuros a la Bioética, como disciplina que estudia la moralidad de la acción del hombre sobre la vida, son los relacionados con la ética de las neurociencias o Neuroética.
Referencias:
- Alandete, J. G. (2014). Del alma y el intelecto en el anima de Airstóteles. Estudios Filosóficos, 63 (182).
- Coelho, L. F. (2020). Clonación reproductiva y clonación terapéutica: cuestiones jurídicas. Paper presented at the Anales de la Cátedra Francisco Suárez.
- Evers, K. (2011). Neuroética. Cuando la materia se despierta (Vol. 3071): Katz editores.
- Granados, S. S.-M., Amaya, J. M. G., Granados, S.-M., Amaya, S.-G., & Manuel, J. La aparición de la Neuroética en el contexto interdisciplinar de la Neurociencia. En Sánchez-Migallón, S. y Giménez, J .(s.f). Neuroética. https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/7368/1/Neuroética.pdf
- Guerra, R. (2003) Afirmar a la persona por sí misma: La dignidad como fundamento de los derechos de la persona. Comisión nacional de los derechos humanos, México
- Guerra, R. (2010). La persistencia del Yo. Identidad personal e inmortalidad. Stoa, 1(2), 21-51.