Por Andrea Munguía Sánchez.
El cambio climático y la contaminación pueden llevar a deteriorar la salud de las personas, en especial para aquellas comunidades que se encuentran ya en una situación de vulnerabilidad y desigualdad. Para contrarrestar esos efectos es necesario mirar la relación existente la salud y el medio ambiente (la dimensión ecológica de la salud), así como un trabajo con enfoque integral que vele por un sistema sanitario que esté consiente de los riesgos ambientales que actualmente vivimos, y promueva la elaboración de políticas que mejoren las condiciones de salud y calidad de vida de las personas.
Estamos viviendo una época de crisis mundial con efectos en los sistemas sanitarios, económicos, comunitarios, de gobernanza y en la naturaleza, estos últimos resultado del calentamiento global y la contaminación. Hoy en día, los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) parecieran inalcanzables debido a que la pandemia agravó las condiciones de vulnerabilidad y desigualdad en materia de salud que algunos grupos de la población ya vivían.
Precisamente, la salud, es uno de los temas que más atención ha recibido durante los últimos dos años, por las evidentes circunstancias y evoluciones del coronavirus SARS-CoV2; fue sorprendente la rapidez con la que se desarrolló la vacuna y la organización de los países para aplicarla a casi la totalidad de su población. Poco a poco se han reanudado las actividades y se ha originado un entorno general de “bienestar”, al grado de que se ha valorado, en diversas regiones del mundo, eliminar el uso del cubrebocas en espacios abiertos.
En este contexto, quisiera retomar aquella pregunta que Álvarez (2013) hace respecto a la relación existente entre bienestar y salud ¿qué significa un estado completo de bienestar? Y ante esta cuestión preguntarnos también ¿quién está realmente sano?
Responder estas preguntas dependerá en gran medida -como también menciona Álvarez- de la percepción u objetividad que se tenga del concepto de salud, que cuando hablamos de ella inevitablemente hablamos del hombre, de su relación con el entorno, con los otros, con el mundo. Y es esta última relación con el entorno (la naturaleza) y su conexión con la salud humana, el tema central al cual dedicaré los siguientes párrafos.
Si la salud fuera percibida sólo como una experiencia sintiente, es decir “me sé sano porque siento sano”, no habría necesidad de involucrar los otros aspectos de la definición proporcionada por la OMS, que especifica un “estado completo de bienestar físico, mental, social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, pero como no es lo mismo “sentirme bien” a estar completamente sano, es necesario considerar otros aspectos que se encuentran fuera del cuerpo y que de manera indirecta -no inmediata- ponen en riesgo mi salud y la de mis prójimos. Álvarez habla de ella como la dimensión ecológica de la salud.
Ya el Papa Francisco, en Laudato si’, ha hecho mención de la urgencia de una ecología humana, que aprenda a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados (Francisco, 2015), dado que éste nos permite relacionarnos con nuestro entorno y, que tenga la posibilidad de crear un ambiente más digno ante el daño ecológico que la actividad y el consumo (descontrolado) de la humanidad han generado.
Cuando se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad. Dada la magnitud de los cambios, ya no es posible encontrar una respuesta específica e independiente para cada parte del problema. Es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza. (Francisco, 2015: párr.139)
Esta dimensión ecológica de la salud tiende a mirar las condiciones que mejorarían la salud de las personas, a través de la mejora de los servicios sanitarios, de la protección al medio ambiente y hasta del desarrollo económico, a la vez que pone en manifiesto cómo los riesgos ambientales que actualmente vivimos, generan muertes prematuras o afecciones por enfermedades evitables y tratables, relacionadas a la contaminación del agua, la cercanía con residuos sólidos y productos químicos peligrosos, o como el reciente descubrimiento de la presencia de microplásticos en placenta y sangre humana[i], e incluso por la contaminación atmosférica[ii]; y que deben tomarse en cuenta para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 3), en donde se indica que los <<entornos naturales y construidos saludables son vitales para “garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades” >>. (PMS, 2019)
No obstante, alcanzar este objetivo no será posible sin un trabajo transectorial, donde se involucren los gobiernos, participen los diferentes actores sociales, las diversas instituciones de salud y protectoras del medio ambiente, con el único fin de favorecer y promover la calidad de vida y de salud de las generaciones actuales y futuras (Ministerio de Salud y Protección Social, s.f). Es de llamar la atención, por ejemplo, que cuando se habla del manejo y control de enfermedades transmisibles y no transmisibles, los determinantes ambientales no siempre suponen una amenaza a la salud pública, a pesar de que se ya se conocen algunos de los posibles efectos nocivos que éstos pudieran tener en la salud de las personas.
Por esta razón, este año, el tema del día mundial de la salud será sobre la interconexión entre el planeta y nuestra salud, con una recomendación de acciones que pueden hacerse para proteger el mundo dividido en cinco categorías: Gobiernos, Empresas, Trabajadores y establecimientos de atención a la salud, Alcaldes, y Particulares. Si bien, todas son acciones que en lo general ayudarán a mitigar el daño que hemos causado al medio ambientes, aquellas recomendaciones que en específico relacionan este daño como peligro a nuestra salud son para reducir los niveles de contaminación del aire, que disminuirá la morbilidad derivada de los accidentes cerebrovasculares, enfermedades cardiovasculares crónicas y agudas, y cáncer de pulmón, el establecimiento de áreas para promover la actividad física y la salud mental, áreas libres de tabaco, garantizar el acceso al agua potable, la compra de productos respetuosos con el medio ambiente y sin plástico, apoyo a la sostenibilidad, incentivar el caminar u otros medios de transporte (que no usen combustible) para legar al trabajo y la disminución de los residuos de la atención a la salud.
El último punto se relaciona además con el impacto ambiental y la resiliencia de un sistema de sanitario sostenible que promueva la salud y el bienestar de la comunidad.
Esto sólo será posible, como ya mencione antes, con un trabajo de enfoque integrado, con especial atención en las poblaciones en situación de vulnerabilidad y desigualdad para evitar reducir los impactos de la contaminación en la salud y vidas de estos grupos; con prácticas, políticas públicas, organización y participación comunitaria e institucional, que vele por un estado de bienestar general, en donde la premisa no sea me siento sano porque me siento bien, sino en sintonía con Laudato si’ “cuido de mi, cuido a mi hermano, cuido mi entorno y cuido nuestra salud para que estemos bien”.
[i] Los estudios se ha publicado este año en la revista Enviroment International en los números de enero y marzo. Las investigadoras Heather Leslie y Marja Lamoree, de la Universidad Libre de Ámsterdam, son quienes llevaron a cabo la investigación sobre la presencia de estos microplásticos en sangre humana.
[ii] Conocidos también como los determinantes ambientales de la salud (OPS, 2019)
Referencias
- Álvarez, F. (2013). Teología de la Salud. Centro de Humanización de la Salud, PPC.
- Organización Panamericana de la Salud. (2021). Agenda para las Américas sobre salud, medio ambiente y cambio climático 2021-2030. https://www.paho.org/es/documentos/agenda-para-americas-sobre-salud-medioambiente-cambio-climatico-2021-2030
- Papa (2013 – : Francisco)., and Papa Francisco. Laudato SI’: Carta Encíclica Del Sumo Pontífice Francisco : A Los Obispos, a Los Presbíteros Y a Los Diáconos, a Las Personas Consagradas Y a Todos Los Fieles Laicos Sobre El Cuidado De La Casa Común / Papa Francisco. Lima: Paulinas, 2015.
- Redacción DW. (2022). Detectan por primera vez diminutas partículas de plástico en la sangre humana. En DW. https://www.dw.com/es/detectan-por-primera-vez-diminutas-partículas-de-plástico-en-la-sangre-humana/a-61265693