Séneca y la Bioética: sentido de la vida (1)

Por José Enrique Gómez Álvarez.

Los estoicos, en particular los filósofos romanos, reflexionaron sobre temas de ética. La preocupación de ellos no fueron las cuestiones metafísicas sino, sobre todo, el cómo vivir bien. En el caso particular de Séneca podemos encontrar algunas ideas que de hecho se usan en Bioética, en especial de un tema crucial de la Bioética al final de la vida: cómo enfrentar la muerte.

Una idea que Séneca presenta varias veces es la adecuación del hombre a la voluntad de Dios. Dios es fuente de la racionalidad de la naturaleza. Séneca afirma:

Tu conducta [se dirige a Lucilio] es loable y saludable  si, como dices,  continúas avanzando hasta la perfección.  Es insensato  pedirla ni esperarla de los dioses  cuando podemos alcanzarla nosotros mismos… De todas maneras estamos cerca de Dios, porque Dios está en nosotros. Sí, Lucilio, en nosotros mismos reside el espíritu de la divinidad, un espíritu que observa nuestras buenas y malas acciones. Como le hayamos tratado nos tratará a su vez.  No hay hombre justo en quien no resida Dios. (Séneca, 2016: p. 207).

Así, la ética implica un ordenamiento que concuerda con Dios. Ese ordenamiento es racional y puede ser descubierto por el hombre. Dicho de otro modo, hay valores objetivos a los que pueden acceder las personas.

Séneca defiende el papel del juicio humano al enfrentar el mundo. Dios dirige el universo. Es verdad que Séneca habla del Hado, pero como dijimos, el orden racional del mundo es dado por Dios. Séneca, como buen estoico, defiende como virtud esencial de la ética, la fortaleza. Hay que aceptar los acontecimientos vividos. El mundo es racional y ordenado, por lo que nos sucede es algo que debemos aceptar.

Un tema abordado por Séneca y el estoicismo es el suicidio. El suicidio no debe tomarse a la ligera, pero es una opción racional. Séneca no ve el suicidio como una opción sencilla, sino como una opción digna cuando las circunstancias de la vida lo exigen así. Claro que es una decisión personal y dependerá de cada caso, pero en sí misma no se determina por la edad de la persona como tal, sino por su situación existencial, por decirlo así. En suma, la decisión es personal y entre sus circunstancias que puedan convertirla en algo lícito, y que recuerda el problema de la eutanasia es que la muerte no se aplace demasiado. Así, se plantea la opción de la eutanasia ante una vejez dolorosa e incómoda. Lo importante es la calidad de vida y el haberse conducido con sabiduría.

No obstante, puede haber razones para no quitarse la vida. Séneca pone de ejemplo que no optó por el suicidio cuando su padre vivía ya que le hubiera causado mucho dolor (Séneca 2009). Lo anterior parece apuntar aún criterio ético, aunque Séneca no lo menciona así: el principio de proporcionalidad. Si se intenta algo bueno, como el suicidio racional ante una calidad de vida pobre, puede haber razones de mayor peso, efectos desproporcionadamente malos, que impidan o limiten la racionalidad de esa acción.

Puede así permitirse la muerte en algunos casos. Una pregunta es qué tanto puede hacerse compatible la idea de un orden racional del universo y la opción de elegir la propia muerte. No obstante, lo que queda claro es que el suicidio es lícito no solo por razones de enfermedad grave, sino también cuando está en entredicho la dignidad de la persona y que recuerda los argumentos contemporáneos de defensa de la eutanasia por la autonomía y la calidad de vida.

Entonces, no es una aspiración necesaria el tener una larga vida, sino una vida coherente y plena:

¿De qué le sirven a uno ochenta años si los pasa en la inercia? No vivió éste, sino que se detuvo en la vida; ni murió tarde, sino durante mucho tiempo: vivió ochenta años. Pero interesa saber desde qué día cuenta su muerte… Vivió ochenta años. Mejor, duró ochenta años, a no ser que se diga de él que vivió como viven los árboles… La edad está entre las cosas externas. Cuánto he de vivir, es cosa ajena; lo que he de ser mientras exista, es cosa mía. (Séneca, 1985: pp. 329-330).

Lo más importante es vivir con sabiduría. La sabiduría implica un aprovechamiento del tiempo para lograr la virtud. Séneca insiste en que la vida virtuosa, acorde a la razón, es la mejor vida posible. Dicho de otro modo, lo importante no es la vida biológica, sino la vida aprovechada. La filosofía es el camino que dirige la acción. No se trata de especular, sino de actuar firme y dirigido al fin de la naturaleza.

En cuanto a las enfermedades se puede enfrentar a las mismas con la ayuda de los amigos y las distracciones nobles. Lo anterior implica también seguir las indicaciones de los médicos para enfrentar las enfermedades.  La actitud general debe de ser de desprecio a la muerte.  Además, la muerte se presenta de manera imprevista, enfermo o no. Por otra parte, el dolor asociado a la enfermedad, según Séneca, o son breves o tolerables. Un dolor muy intenso no es soportable por nadie. La opinión que se tenga sobre el dolor hace que se perciba de forma distinta. Otro modo de enfrentar los malestares físicos es evitar la preocupación de los posibles males futuros y/o vivir preocupado por las molestias del pasado. Dicho de otro modo, Séneca propone una pedagogía de la enfermedad y el dolor. Hay que aprender a enfrentar la enfermedad con la mesura y el control del estado de ánimo personal.

La enfermedad nos muestra nuestra limitación. La enfermedad es un ejemplo de los elementos que no están bajo nuestro control, pero lo que sí queda en nuestro dominio es la opinión cerca de la misma. Las enfermedades y el mal implican adaptarse a ellas, aceptarlas como parte del orden que tiene Dios en el mundo (Séneca, 1985).

¿Tenemos deberes con nuestro cuerpo? Séneca señala que debemos atender nuestro cuerpo en cuanto que no podemos vivir sin él, pero sin convertirse en servicio al mismo.

Séneca, como la mayoría de los pensadores de la antigüedad, no abordan temas bioéticos de modo directo. Es verdad, que Platón y Aristóteles señalaron directrices en temas como la eugenesia y el aborto, pero de modo marginal. En el caso de Séneca sucede lo mismo. Séneca pretende enseñar una forma de vivir lo más racional posible y que se logre la tranquilidad del alma (la ataraxia). Su aportación a la bioética se centra en la idea de que la naturaleza nos da la pauta para el comportamiento ético. Otra reflexión importante es en temas de final de la vida, en particular, la vejez, el enfrentamiento de la muerte y la licitud de adelantar la muerte en ciertas circunstancias.

Un modo de entender a Séneca es que él ve la reflexión filosófica como un medio para alcanzar la mejor vida posible. Su pensamiento se guía en ver la filosofía como un medio para alcanzar el mejor estado de vida y no como un fin en sí mismo.

 

[1] Para esta nota he tomado varias ideas del artículo: Gómez, J.E. (2021) “Reflexiones bioéticas acerca de la ancianidad desde el estoicismo de Séneca”. Medicina y ética (31) 1.

 


Referencias

Séneca (2016). Tratados filosóficos. Cartas a Lucilio. México: Editorial Porrúa.

______ (1985).  Cartas a Lucilio. México: SEP.

 


 

Otras publicaciones de nuestra Edición Especial:

 

Edición Especial Publicación 01.  PLATÓN Y LA BIOÉTICA

Edición Especial Publicación 02.  ARISTÓTELES Y LA BIOÉTICA