Sobre el agradecimiento en el trabajo. ¿Puede darse la gratitud en la esfera laboral?
Por José Roberto Pacheco-Monte [1]
Introducción
Balduin Schwarz, en sus análisis sobre el agradecimiento, hace especial énfasis en que en el intercambio de bienes no es posible darse el sentimiento de gratitud. Principalmente por dos razones: primero, al ser un intercambio, se reclama un beneficio específico que anula la relación donante-receptor. Ahora son sujetos que deben estar conformes con el canje y establecen un vínculo quid pro quo; y, segundo, porque el interés es meramente egocéntrico, no interesa que lo que se cambia sea benéfico para el otro, sino que le interese para que yo pueda adquirir aquello que considero bueno para mí; en otras palabras, ninguno de los ‘transaccionistas’ busca hacer un bien al otro.
De este modo, encontramos la similitud de que en la esfera del trabajo tenemos una relación de intercambio similar: uno ofrece sus servicios (tiempo, conocimiento, mano de obra, etc.) a cambio de una compensación, en casi todas las veces, pecuniaria. Así, la gratitud parecería excluirse de la esfera laboral. No obstante, la experiencia misma nos muestra que agradecer, al menos como acto de cordialidad, sucede en el trabajo. Y, en algunos casos, también se ha convertido en una especie de compensación o usado laxamente, eliminando así todo vestigio y valor que encontramos en la gratitud. Por ejemplo, con aquellos empleadores que pagan con sus “gracias” (véanse casos como: “si haces esto, te lo agradeceré”) o con expresiones de empleados carentes de sentido como “gracias a la empresa por x”. Con ello sólo logramos que se perpetúe la infravaloralización y desconocimiento del agradecer.
En consecuencia, en el presente trabajo nos centraremos en: i) analizar desde la lógica ilocucionaria (de Searle & Vanderveken) las condiciones de posibilidad del agradecimiento; ii) esbozar brevemente la teoría fenomenológica del agradecimiento de Schwarz en su artículo Some Reflections on Gratitud; iii) definir la concepción de trabajo propuesta por Rocco Buttiglione en su análisis a la encíclica Laborem exercens y iv) responder si hay cabida de la gratitud en el trabajo.
Algunas bases de la lógica de actos de habla
Ahora bien, hemos decidido comenzar el análisis del agradecimiento desde una metodología de la filosofía del lenguaje, como lo es la lógica ilocucionaria. Si bien no es lo mismo estar agradecido que agradecer, Schwarz identifica que:
«en el curso normal de acontecimientos, este sentimiento de gratitud hacia el otro tenderá a ser expresado, incluso más que eso: tenderá a encontrar su encarnación en un acto social. Experimento una obligación de transmitir, a la persona involucrada, mi agradecimiento. Agradecer es un “acto social” en el estricto sentido de la palabra, es decir, un acto que no es únicamente la expresión de un sentimiento, sino que tiene un carácter interpersonal específico: es necesario que sea percibido y comprendido para poder ser consumado». (1972, p. 171)
De este modo, la consumación de la gratitud es un acto de habla, y el modelo más sólido que podemos hallar en la corriente filosófica analítica para analizar estos actos es el propuesto por Searle y Vanderveken en su texto Foundations of Illocutionary Logic.
Dicho esto, debemos comprender cómo funcionan los actos de habla. Recordemos, pues en otros escritos de este blog ya he hablado de ello (véase la entrada Algunas reflexiones sobre el acto de habla de dar las gracias), que estos actos se componen de dos partes; por un lado, una fuerza ilocucionaria (que es la esencia misma del acto) y un contenido proposicional (que es la materia del acto). Por ejemplo, hay oraciones que poseen una misma fuerza ilocucionaria pero diferente contenido proposicional: “te prometo que vendré mañana” y “te prometo que te pagaré en un mes”, ambas son promesas, pero difieren sobre lo prometido. Aunque, también, hay oraciones con el mismo contenido proposicional pero diferente fuerza ilocucionaria: “terminarás tu trabajo final” y “termina tu trabajo final”, donde una es una predicción y otra una orden.
Además, como estamos hablando de actos en general y actos de habla en específico, no podemos perder de vista cómo validar que un acto se haya efectuado correctamente. Pensemos esta idea mediante el contraste con la lógica proposicional. Cuando yo analizo un enunciado descriptivo, puedo establecer los valores de verdad: verdadero y falso; mientras que los actos no son ni verdaderos ni falsos, más bien, son bien ejecutados o no (en otras palabras, exitosos, que cumplen su función); sin embargo, pese a que puedan cumplir su función también pueden ser defectuosos. Hay actos que cumplen su función, pero fallan en algo, por ejemplo; puedo prometerle algo a alguien para ganar su confianza en mí, pero ocultando que realmente no cumpliré mi promesa. En este sentido, el otro puede creer mi promesa, pero esta es defectuosa porque la finalidad —que es su consumación— nunca llegará, realmente la promesa no se hizo en su totalidad.
Así, debemos entonces cuestionarnos, ¿qué reglas rigen a los actos ilocucionarios para que podamos analizar cuando un acto se ha efectuado exitosa y no-defectuosamente? Searle y Vanderveken (1985) proponen lo siguiente:
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Punto ilocucionario
El punto ilocucionario puede entenderse como la condición esencial. Cada fuerza ilocucionaria debe tener alguna propiedad que la haga única. Por ello, cada tipo de acto ilocucionario tiene un punto o, mejor dicho, un propósito. Éste es interno al ser del acto y demarca la intencionalidad del emisor al efectuarlo. Por ejemplo, ¿cuál es el fin de una promesa? Comprometer al hablante a realizar algo.
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Grado de fuerza del punto ilocucionario
Muchas veces en los diferentes tipos de actos humanos, los propósitos tienen diferentes grados de fuerza. Incluso podríamos llegar a pensar que tienen diferente grado de intencionalidad. Por ejemplo, pensemos que deseamos que alguien nos ayude a estudiar para un examen final. No tiene el mismo grado de fuerza que yo le solicite ayuda a un amigo, a que le ruegue que me ayude. En consecuencia, hay actos ilocucionarios que alcanza su punto ilocucionario con un grado de fuerza determinado.
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Modo de logro
Habitualmente, pero no en todos los actos ilocucionarios, el lograr el punto ilocucionario requiere una manera especial o conjunto de condiciones especiales que favorezcan su alcance. Tal es el caso, por ejemplo, de mandar a alguien en oposición a solicitar algo. En el primer caso, para poder cumplir con mi objetivo debo tener y apelar a una posición de autoridad; no podría mandar a mi jefe a que me dé el día libre porque me siento enfermo. Mientras que, en el segundo caso, cuando solicito algo, no necesito una posición de autoridad. Sí puedo pedirle a mi jefe que me dé permiso de salir porque me siento enfermo. Así́, ambos actos ilocucionarios poseen el mismo punto ilocucionario, pero difieren en el modo de logro.
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Condiciones del contenido proposicional
Pensemos en las disculpas. Cuando alguien se disculpa por x, x debe ser una acción que haya efectuado el emisor. No podemos emitir una disculpa de modo efectivo, por algo que no hayamos hecho. No puedo pedir disculpas por la lógica ilocucionaria, si yo no la he creado. Incluso, sintácticamente se manifiestan como oraciones extrañas; por ejemplo, «“Te ordeno haber comido frijoles la semana pasada”» (Searle y Vanderveken, 1985, p. 16 Cualquier lector puede notar que hay algo raro pues es una orden imposible de llevar a cabo, es un sinsentido.
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Condiciones preparatorias
Las anteriores condiciones estaban supeditadas a que el contenido proposicional sea coherente con el acto a realizar. Sin embargo, existen ciertas condiciones que están más allá́ de la posibilidad de realización, sino que versan sobre el contexto de declaración. Regresemos al punto de las promesas. Cuando yo busco prometer algo, no sólo me comprometo con hacer algo (punto ilocucionario); sino que también eso que prometo está en un curso de acción futuro (condiciones del contenido proposicional). Aún más, eso que prometo debe de estar dentro del interés de la persona a la cual he realizado mi promesa y dentro de mis posibilidades de realización (condiciones preparatorias). Por ende, «los hablantes y los oyentes internalizan las reglas que determinan las condiciones preparatorias y, entonces, las reglas son reflejadas en la psicología de los hablantes/oyentes» (ibid., p. 17).
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Condiciones de sinceridad
Como penúltimo elemento se encuentran las condiciones de sinceridad. Cuando se realiza un acto ilocucionario poseemos, forzosamente, un contenido proposicional. Dicho contenido expresa un estado psicológico específico, equivalente al contenido proposicional. Es decir, cuando yo prometo que terminaré algo, estoy expresando una intención, la de terminar ese asunto. Sería absurdo decir: prometo terminar mi trabajo final pero que no intentaré acabarlo. Aún así́, lo que no es absurdo es expresar estados mentales que no tenemos; es así́ que podemos hablar de sinceridad e insinceridad.
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Grados de fuerza de las condiciones de sinceridad
Finalmente, las condiciones de sinceridad también pueden ser graduales. De este modo podemos intuir —con cierta facilidad— que cuando pido a alguien algo es menor que cuando suplico. Así́, resultaría evidente que alguien que ruega expresa un mayor deseo que el que sólo pide.
Con lo anterior en mente, podríamos definir al agradecimiento, desde la teoría de actos de habla del siguiente modo:
El punto de agradecer es expresar gratitud. Las condiciones preparatorias son que la cosa en cuestión beneficia o es buena para el hablante, y el oyente es responsable de ello. Como con las disculpas, uno normalmente agradece por acciones, pero el contenido proposicional no necesariamente debe representar una acción, siempre que el oyente sea el responsable […] Es importante señalar que uno se disculpa ante el oyente y uno agradece al oyente, en cada caso, por algo relacionado con él y su relación con el estado de cosas especificado en el contenido proposicional (Searle y Vanderveken, 1985, p. 212).
Hacia un análisis fenomenológico del agradecimiento
Hasta aquí ya podríamos analizar la posibilidad o no del agradecimiento en el ámbito laboral. Sin embargo, entra a discusión si el punto ilocucionario de agradecer se reduce a la mera expresión de un sentimiento. Más bien, la cuestión fundamental del agradecimiento es la de una respuesta al valor. Reconozco que he sido beneficiario de un don (el cual no entra como algo que yo pudiera reclamar), y que mi persona ha sido afirmada. Por tanto, brota en mí la necesidad de corresponder esa afirmación, afirmando al otro como mi benefactor, y mis gracias cumplen como ese reconocimiento del otro. Me doy cuenta de que soy un ser necesitado de ayuda, que alguien inmerecidamente me ha beneficiado y que yo únicamente puedo responder a su acto caritativo, en el acto humilde de agradecer.
Por otro lado, también me percato que una condición del contenido proposicional es que el contenido por el cual agradezco es algo que ya haya transcurrido. En el ejemplo de la relación laboral donde se plasma la condicional: si haces x, entonces te estaré agradecido. La gratitud es un mero espejismo, un señuelo para una petición, o en ocasiones un chantaje emocional. El sentimiento de gratitud es posterior al acto y no condicionado a este. Cuando se emplea la frase anterior, la intencionalidad es la de requerir; por tanto, en ese caso el agradecimiento se vuelve un intensificador de solicitud. O, en el mejor de los casos, podríamos decir que, si no es un requerimiento, sí es la manifestación de una postura de apertura pues, como bien nota Schwarz «la gratitud, como respuesta, procede al recibir, aunque como disposición precede y se entremezcla con el recibir». (1972: 183-184)
Además, otra condición proposicional se halla en a qué puedo agradecer. Y ahí Schwarz es muy enfático pues si la gratitud proviene por ser beneficiarios de un acto de amor hacia nuestra persona, eso quiere decir que sólo puedo agradecerles a entes actuantes. Por tanto, «la gratitud, […] presupone una verdadera relación de la forma “Yo-Tú” y solo es un verdadero Tú, esto es, otra persona a la cual puedo dirigirme con gratitud. No puede ser una realidad impersonal como la Naturaleza, el Cosmos o la Vida. Donde eso parece ser el caso, lo es porque simplemente esas entidades son tratadas como personas» (1972, p.170), De este modo, expresiones como “agradezco a la empresa por todos estos años que me han permitido estar aquí” es un acto exitoso pero defectuoso, pues la empresa es un ente impersonal.
Finalmente, lo último que quiero rescatar del texto de Schwarz que puede unirse a los elementos analizados por la lógica ilocucionaria es la condición preparatoria. No puede existir agradecimiento si el que recibe el don no cree en la posibilidad de actos no egoístas, ni en la posibilidad de bondad en el mundo. «El hombre desconfiado buscará la manera siempre de negar que alguien puede actuar desinteresadamente, y ante esto, el sentimiento de gratitud se imposibilita en él, pues es condición necesaria que exista una esfera interpersonal definida. De lo contrario, el contacto interpersonal sería reducido al intercambio, meramente utilitario, […] y a una lucha de poder por la dominación mutua» (1972, pp.168-169).
Reflexión sobre el trabajo
Hasta ahora hemos analizado algunos aspectos que anulan algunas expresiones de gratitud encontradas en el trabajo. Sin embargo, queda por responder la posibilidad de que exista gratitud en el ámbito laboral. Para ello, es necesario recordar que la relación laboral está enmarcada en una relación quid pro quo, donde existe un intercambio “acordado”. Hay un empleador que fija un precio a una determinada actividad laboral, y un empleado que acepta dichas condiciones (sean estas justas o no). Por tanto, no puedo estar agradecido en un trato en el cual, por muy mínimo que sea, lo he realizado para mí propio beneficio. Sin embargo, ¿realmente debemos entender la vida laboral como una relación únicamente quid pro quo?
Bueno, para Buttiglione (1984) la concepción marxista es la que ha trastocado, y en mi opinión anulado, la posibilidad del agradecimiento en el trabajo. Una praxis marcada por la relación amo-esclavo imposibilita que estemos, en primer lugar, en un mundo donde existen actos no-egoístas. Si el amo busca imponerse al otro, no hay por qué estarle agradecido, no busca un bien para mí; y si el esclavo busca la eliminación del amo, a través de la modificación de la naturaleza con su trabajo, tampoco se le tendría que agradecer. Nos encontramos en un juego violentamente competitivo donde, como bien ve Schwarz, Sartre tenía razón al ver el único modo de recibir como la apropiación destructiva. En este sentido, la imposibilidad de la gratitud en el trabajo no radica en que ésta no se pueda dar per se, sino en cómo entiendo la vida laboral del hombre.
Lo curioso es que, si tomamos la experiencia misma, el trabajo al menos en un sentido sería una razón para estar agradecido pues es aquello que me permite darle el sustento a los que amo. Sin mi trabajo, y su respectiva compensación, me sería imposible llevar el pan a mi mesa y alimentar a mi familia, a mis hijos; me sería imposible perpetuar su existencia. Por tanto, en un mundo con desigualdades cada vez más marcadas, el poseer empleo puede llevarnos a sentirnos como beneficiarios del don del trabajo.
No obstante, agradecer el trabajo, no es que la gratitud esté como existente en la vida laboral. Recordemos que el trabajo en su dialéctica de lucha de clases nos pone en un juego de aniquilación. Quizá por eso Buttiglione ve en la Laborem exercens una manera radical de entender este fenómeno. Muy al estilo cristiano, invertirá la relación amo-esclavo, por una relación padre-hijo, una relación donde la cooperación entre los trabajadores evidencie la pertenencia de nuestra persona a otro trabajador, pues hay una relación interpersonal ahí, en búsqueda de una solidaridad humana. El otro trabaja codo a codo conmigo para una modificación y mejoramiento de mi comunidad. En la realización adecuada de su trabajo hace un bien para él, pero también para mí. En la medida que me reconozca como otro yo, que ambos estamos necesitados de la labor de otro y que realicemos nuestras actividades también pensando en el otro, en ese momento el mundo de violencia competitiva se modifica por el mundo de la solidaridad, y en ese mundo sí es posible la gratitud.
Conclusión
No quisiera extenderme más en el tipo de modelo por el cual tenemos que entender el trabajo; más bien valoremos cómo la manera en que comprendemos algunos fenómenos condiciona su posibilidad de existencia. Así, lo que pretendimos mostrar es que el análisis de actos de habla es una metodología que nos permite analizar en sus partes algunos fenómenos constitutivos del ser humano, y cómo estos se dan en un contexto de declaración específico, y el contexto que utilicemos determinará la posibilidad o no de que ciertos actos ilocucionarios se den eficazmente. ¿Puede existir entonces gratitud en el mundo laboral? Diremos que depende qué entendamos por el trabajo del hombre. Mientras tanto, dejemos a los filósofos de la praxis que sigan avanzando en sus estudios para después dar una respuesta contundente. Por ahora, creemos que es suficiente con enunciar estas breves intuiciones.
[1] Estudiante de la maestría en Filosofía. Intereses en lógica y filosofía del lenguaje. Editor adjunto de Open Insight.
Bibliografía
Buttiliogne, R. (1984). El hombre y el trabajo. Madrid: Encuentro. isbn: 84-7490-102-2.
Searle, J. R. y Vanderveken, D. (1985). Foundations of Illocutionary Logic. USA: Cambridge University Press. isbn: 978-0-521-26324-5.
Schwarz, B. V. (1972). «Some Reflections on Gratitude». En: The Human Person and the World of Values. A Tribute to Dietrich von Hildebrand by his Friends in Philosophy. New York: Fordham University Press. isbn: 0-8371-6486-9.