Sobre el debate de la eutanasia

Por José Enrique Gómez Álvarez.

 

En estos últimos días se ha dado un debate en torno a la eutanasia y se realizó una “Semana de la eutanasia” en la Cámara de Diputados del 20 al 24 de junio de este año (Mellín, A. 2022). Lo primero que conviene señalar es la confusión frecuente entre el ensañamiento terapéutico y la eutanasia propiamente dicha. En la semana se señala el problema de extender la vida de modo innecesario por medio de tratamientos médicos. Se sugiere así que hay situaciones en donde al paciente se le quiere mantener con vida a cualquier costo. Lo anterior no constituye eutanasia, sino más bien un caso de ensañamiento. Algunos han denominado al ensañamiento terapéutico como “distanasia” “… el empleo de todos los medios posibles, sean proporcionados o no, para retrasar el advenimiento de la muerte, a pesar de que no haya esperanza alguna de curación” (García y Ramírez, 2011: 41).

En este sentido puede estarse de acuerdo que en ciertas circunstancias es lícito suspender tratamientos que son muy gravosos para el paciente. ¿Es eso “eutanasia”? No, si el objetivo de suspender tratamientos fútiles, es decir inútiles, para el tratamiento de la enfermedad. “Eutanasia” hace alusión al aceleramiento de la muerte del paciente con su consentimiento o no por aliviarle de los sufrimientos de una enfermedad. También puede definirse de modo más preciso como “Acciones (u omisión de acciones) deliberadas llevadas a cabo por personal sanitario (o con su ayuda) para terminar con la vida de un paciente que sufre por su enfermedad que dadas sus condiciones de salud, su vida se valora indigna de ser vivida” (Gómez, 2003: 16-17).

“Eutanasia” hace alusión a “buena muerte”. Tradicionalmente se ha dividido en eutanasia con o sin el consentimiento del paciente. A su vez puede dividirse en activa y pasiva. Activa cuando se provoca por medio de una acción directa que busque la muerte, como, por ejemplo, proporcionar un fármaco que genere la muerte. Y “pasiva” cuando la muerte se produce por la omisión de un soporte indispensable para la vida, verbigracia, suspender la hidratación de un paciente (Gómez, 2003).

Uno de los argumentos aducidos a favor de la eutanasia es que el sufrimiento es completamente subjetivo, por lo que el juicio del sufrimiento sólo depende de la situación personal vivida. Medir el sufrimiento es sumamente difícil. En ese sentido es cierto que una petición de eutanasia debe tomarse con cautela, en el sentido de que no se puede medir con precisión el grado del peso de una enfermedad en un paciente. Otro modo diferente de presentar el argumento previo es defender que el “vivir una vida digna” es algo subjetivo. La dignidad no puede traducirse a un componente aplicable del mismo modo a todos. Por supuesto, hay algo de verdad en esta postura: dignidad no es concepto unívoco. Sin embargo, tampoco es equívoco, como pretende ese argumento. Es un concepto analógico en donde el establecimiento de que es digno en cada persona depende del contexto y su situación. No obstante, la clave del concepto de dignidad es implica que las personas siempre son un fin y nunca un medio (o el hecho de ser instrumentalizado). De esa manera, es verdad que ante lo que puede considerarse una situación indigna hay que preguntarse ¿Se está instrumentalizando a la persona o ella misma se instrumentaliza? Si así es, sin duda la situación es indigna. El matar a alguien es convertirla sin más a la persona en un medio y no un fin. Además, llevada consecuentemente la posición subjetivista de la dignidad debería concluirse que nadie “desde afuera” podría juzgar la situación, por lo que no solo en la eutanasia, sino en cualquier contexto que usáramos el término “dignidad” deberíamos renunciar a usar la palabra en un sentido objetivo. Por ello, consecuentemente, hablar de la dignidad de los niños, los ancianos, las mujeres y un largo etcétera debería considerarse sin sentido. Lo anterior muestra que el argumento de la subjetividad del concepto de dignidad llevaría a literalmente al subjetivismo, no solo en este tema, sino en los propios Derechos Humanos. Hablar así de lo “indigno” de la prostitución o del trabajo infantil debería ser cuestión, de solo preguntarle a la persona “afectada” si considera indigno lo que le sucede. Si nos responde que no, pues el asunto se debería dar por terminado. Lo anterior es de modo claro un sinsentido.

Así medir el sufrimiento como indigno es complicado, pero tenemos indicadores que lo generan y pueden detectarse y valorarse como es el caso del dolor. No obstante, el problema del argumento del sufrimiento subjetivo es que llevado consecuentemente implicaría que como no nos es posible medir el sufrimiento indigno, ¿por qué se le debería obligar al personal de salud a aplicar la eutanasia si el personal considera que el sufrimiento sufrido por el paciente no es indigno? Dicho de otro modo, si de verdad es tan subjetivo, entonces no tenemos criterios para juzgar una vida “indigna” y no podríamos de manera consistente legislarlo. ¿Qué criterios usamos? Bastaría en consecuencia defender que como el sufrimiento es invaluable entonces ¿por qué tendríamos que detenernos con casos de enfermedades terminales? Cualquier enfermedad en un momento dado puede generar sufrimientos “indignos” y por lo tanto deberíamos permitir la solicitud de suicidio asistido[1] no solo en contextos terminales, sino en cualquier momento de la vida que lo solicite alguna persona. Eso parece, como mínimo, contravenir con principios aceptados, incluso constitucionalmente de preservar o tener un derecho a la vida. Dicho de otro modo, el permitir la eutanasia, con las bases dichas nos lleva consistentemente a aceptar la solicitud de la muerte como válida en cualquier momento de la vida y no solo restringirlo a una etapa terminal como sugieren sus defensores.

Otro argumento que puede presentarse, de corte utilitario es que los costos de mantener con vida a pacientes incluso renunciando a tratamientos curativos y atendiendo los aspectos paliativos es mucho más costoso que ofrecerles a las personas el recurso de la eutanasia. Basta decir que el argumento es semejante a sostener que para eliminar la pobreza lo que nos convienes es la esterilización de las personas pobres, incluso con su consentimiento de modo que rápidamente acabemos con la pobreza. Eso significa instrumentalizar a las personas para fines “más importantes”. El hecho de considerar medios a las personas para otros fines constituye lo indigno a pesar de los “buenos resultados” buscados.

Con lo anterior no se pretende minimizar el problema del dolor y del sufrimiento. No se trata de soslayar las peticiones de eutanasia de los pacientes, mal atendidos y mal acompañados que solicitan librarse de la enfermedad. Lo que debe insistirse que el camino del bien es a veces complicado. Proporcionar los cuidados y acompañamientos debidos a pacientes o no pacientes con sufrimiento. El proporcionar esos cuidados que implican controlar de ser posible todos los malestares físicos, psicológicos y otros es lo que se ha denominado como “cuidados paliativos”. En pocas palabras, es más complejo atender el mal de la enfermedad que deshacerse de la misma. El combatir la enfermedad y el malestar no puede darse con la eliminación de la persona.

 

[1] El suicidio asistido es proporcionar a la persona los medios de acabar con su vida proporcionándole los medios, como un fármaco que el paciente puede tomar por si mismo.

 


Referencias

García G. Ramírez, E. (2011). Diccionario enciclopédico de Bioética. Trillas.

Gómez, J. (2003). La eutanasia. Universidad Anáhuac.

Mellín A. (2022, 06 24). Se legislará en materia de eutanasia, perfila diputado federal. MVS noticias. https://mvsnoticias.com/nacional/2022/6/24/se-legislara-en-materia-de-eutanasia-perfila-diputado-federal-556831.html