Tenemos que hablar sobre el suicidio

Por Dr. Luis Adrían Cervantes Dávila.

 

Una de las cuestiones negativas más importantes y con una fuerte y evidente asociación a la industrialización son las enfermedades mentales, por mucho la principal causa de suicidio.

 

El 10 de septiembre ha sido declarado Día Mundial de la Prevención del Suicidio por la International Association for Suicide Prevention (IASP) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el objetivo de crear conciencia sobre este terrible problema. El lema de este año 2021 es “Crear esperanza a través de la acción”.

Suicidio: El acto de quitarse la propia vida… Hablar sobre el suicidio no suele ser sencillo. Y es que aún hoy en día, hablar de suicidio y trastornos mentales, representa un fuerte tabú en nuestro medio. Sin embargo, y tomando en consideración los difíciles tiempos que corren, tratar ampliamente y sin tapujos el tema se vuelve imprescindible. Es importante reconocer al suicidio como un problema multifactorial, donde intervienen factores genéticos, bioquímicos, sociales y culturales.

Los beneficios de vivir en una sociedad industrializada son innegables, pero no vienen exentos de problemáticas; y una de las cuestiones negativas más importantes y con una fuerte y evidente asociación a la industrialización son las enfermedades mentales, por mucho la principal causa de suicidio. Ya desde los años 60s del siglo pasado se identificaba una relación causal entre los ambientes dominados por procesos técnicos, económicos y sociales que conlleva la industrialización y la aparición de diversos trastornos psiquiátricos. Cuadros de depresión y ansiedad van de la mano con ambientes laborales adversos cuyo origen se propone que podemos encontrar en la Revolución Industrial.

Hoy nos encontramos con al menos dos factores más, agregados en detrimento de la salud mental como lo es el uso de las redes sociales y el internet, que han propiciado una necesidad de inmediatez en sus usuarios, lo que puede llegar a provocar a su vez soledad, aislamiento, miedo, inseguridad y ansiedad. El otro factor de gran peso es la actual pandemia de COVID-19, que no solo ha provocado el aislamiento de muchas personas a consecuencia de las restricciones, sino también pérdidas y rupturas familiares, problemas económicos, desabasto de productos, agotamiento laboral, y claro, duelos no superados.

No cabe duda de que estamos ante una pandemia que representa un problema de salud pública prioritario. Lo más preocupante sin duda es, que las tasas de suicidios van en aumento en los últimos años en todo el mundo. Las muertes anuales por suicidio alrededor del mundo se estiman en casi un millón, y el continente americano es un foco rojo. Para contextualizar, en México, en los últimos 40 años las cifras se han disparado hasta un incremento de casi 1000%. La mayoría de las estadísticas que se revisen, nos indican que el suicidio es la segunda a quinta causa de muerte entre adolescentes y adultos jóvenes. Pero además, no debemos perder de vista que es un problema que no solo atañe a quien se quita la vida, sino que afecta de manera directa a todo un núcleo familiar o incluso social, y que puede ser el punto de partida para un resquebrajamiento que escala dentro de nuestra sociedad con efecto dominó.

Otro gran problema que confrontamos en la lucha por la prevención del suicidio, son algunas corrientes liberales que relativizan el concepto de la persona humana, y que consideran al suicidio como un derecho a la autodeterminación física y autonomía. Si bien esto pudiera en algunos casos generar debate, no podemos olvidarnos de que, como ya se mencionó, la mayoría de los suicidios van precedidos de trastornos mentales, los cuales por su propia existencia debilitan la lucidez con la que los pacientes psiquiátricos entienden su propia vida y su entorno, y afectan gravemente la corporeidad del individuo. Debemos recordar que el principio bioético de la libertad requiere la plena conciencia para poder ser ejercido, no podemos confundir el deseo o el impulso con autonomía, más aún, considerando que nos encontramos ante personas aquejadas por un trastorno mental. Sencillamente no hay autonomía ni libertad ahí donde no hay una decisión consiente, y esto se vuelve evidente con tan solo observar que el más básico instinto de la propia preservación se encuentra suprimido.

Por otro lado, considero que es muy importante entender al suicidio en el contexto del final de una enfermedad crónica, que no una enfermedad terminal, y que en muchos casos es tratable como cualquier otra enfermedad orgánica. Si estamos ante una enfermedad tratable, es nuestra responsabilidad detectarla y tratarla en tiempo y forma, ya sea desde el entorno familiar y social hasta el ámbito sanitario en nuestro papel de médicos, psicólogos, trabajadores sociales, etc. Todos tenemos una acción que podemos realizar en favor de la salud mental de nuestros congéneres.

En no pocos casos, la consumación del suicidio irá antecedida por signos de alerta que la persona puede dar a manera de llamadas de auxilio: la propia declaración de la ideación y deseo, despedirse de diversas formas, aislamiento, o meros cambios en la conducta habitual. Debemos estar muy alertas ante estos llamados de auxilio que en realidad representan un pedido desesperado por ayuda. Considero capital, que como miembros de una sociedad es nuestra responsabilidad y nuestro deber defender el respeto y la defensa de la vida física.

El 10 de septiembre ha sido declarado Día Mundial de la Prevención del Suicidio por la International Association for Suicide Prevention (IASP) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el objetivo de crear conciencia sobre este terrible problema, y debe ser un llamado para todos nosotros a implementar acciones concretas, primero, para tirar el tabú que se cierne sobre los trastornos mentales, y segundo, para defender la dignidad humana a través de la preservación de la salud mental y por lo tanto de la vida. Justamente el lema de este año 2021 es “Crear esperanza a través de la acción”.

Cada uno, desde nuestra trinchera, podemos tomar acción para la prevención del suicidio. Comenzando por estrategias muy básicas de educación y reforzamiento del ambiente y lazos familiares, combate al bullying, desarrollar empatía, atender a posibles factores de riesgo que podamos detectar en las escuelas o en los lugares de trabajo, pasando por el propio tratamiento multidisciplinario y profesionalizado que la propia enfermedad mental requiere, hasta estrategias que exijan una mayor planeación como podrían ser capacitaciones laborales, difusión de información o la creación de grupos de apoyo. No debe desestimarse jamás el beneficio que puede otorgar la asesoría espiritual de parte de un ministro religioso; antes bien, debemos recordar que existen trastornos de la personalidad en los que la práctica religiosa funciona como factor protector contra el propio suicidio. Lo importante en torno a la salud mental y el suicidio es tomar conciencia y acción.

El suicidio no es tema menor, y por lo tanto debemos de afrontarlo con todas las herramientas que tengamos a nuestra mano. Es una realidad que no lograremos evitar todas las muertes consecuencia de suicidios, pero definitivamente no es excusa para no intentarlo en todos los casos posibles. Es por eso que hoy y siempre tenemos que hablar sobre el suicidio…

 


Referencias: