Por José Enrique Gómez Álvarez.
Tomás de Aquino, como se ha visto ya en otros pensadores, no abordó directamente, la “bioética”. No obstante en este pensador sus reflexiones antropológicas, las metafísicas y la propia reflexión de la ética pueden usarse en discusiones de bioética.
La ética tomista posee tanto reflexiones teóricas, sobre la naturaleza de la ética, como orientaciones prácticas sobre la maldad y bondad de los actos humanos.
De modo semejante a Aristóteles, Tomás señala que existe un fin último de los actos humanos. Ese fin último desde el punto de vista del sujeto es la obtención de la felicidad. Desde el punto de vista del objeto sería el Sumo bien, que este filósofo identifica con Dios.
El fin último implica el supuesto de que existe una finalidad en la propia naturaleza humana. Esto es conocido como teleología. El fin es causa en cuanto que es antecedente de la acción. Podría pensarse, ¿No son infinitos los fines? Es decir, se puede hacer una cosa por razón de otra y a su vez esa por otra, sin detenernos en ninguna. No obstante Tomás de Aquino señala:
Hablando con rigor, es imposible proceder hasta el infinito en los fines, bajo cualquier concepto. Porque en todas las cosas que dependen entre sí por naturaleza, si se quita la primera, desaparecen las demás relacionadas con ella (,,,) Ahora bien, dentro de los fines se distinguen dos órdenes: el orden de la intención y el orden de la ejecución, y en ambos debe haber algo que sea primero. Lo primero en el orden de la intención es como el principio que mueve al apetito; por eso, si se quita el principio, el apetito permanece inmóvil. La acción comienza a partir de lo que es primero en la ejecución, por eso nadie comienza a hacer algo si se suprime este principio. El principio de la intención es el último fin, y el principio de la ejecución es la primera de las cosas que se ordenan al fin. Así, pues, por ambas partes es imposible un proceso al infinito, porque, si no hubiera último fin, no habría apetencia de nada, ni se llevaría a cabo acción alguna, ni tampoco reposaría la intención del agente. Si no hubiera algo primero entre las cosas que se ordenan al fin, nadie comenzaría a obrar ni se llegaría a resolución alguna, sino que se procedería hasta el infinito. (Aquino, T, 2014: s.p.) [Suma teológica I.II q. 1 a. 4].
Así, tenemos un fin por el que actuamos y que es común a la naturaleza humana. Por supuesto han surgido objeciones ¿realmente la naturaleza en general y la humana en particular posee finalidades? Podría señalarse que la teoría de la evolución muestra la existencia del azar, por lo que la naturaleza no tiene ninguna finalidad. Se podría insistir, en cambio, que los niveles de respuesta se dan en diferentes niveles: empíricamente en efecto tenemos evidencia concluyente de evolución, pero desde un punto de vista ontológico se puede explicar la presencia de finalidades en los seres.
El fin último objetivo, ¿por qué es Dios? porque es el único fin que colmaría el deseo natural de plenitud. Otros bienes, como el poder es efímero, o las riquezas son inestables y así se podrían nombrar diversos bienes finitos.
Las facultades y actos humanos conducen o deben conducir a la adquisición de ese fin último. Tomás distingue entre acto del hombre y actos humanos. Los primeros no conllevan la voluntad humana, ni la inteligencia. Estos actos son automáticos, como el respirar. En cambio los actos humanos, sí derivan de la libertad e inteligencia humanas. Estas últimas son las que constituyen los actos morales.
Tomás de Aquino señala que un acto moral para establecer su bondad o maldad depende del objeto, del fin del agente y de las circunstancias del acto. El objeto es aquello que se hace. Así, robar es apropiarse de lo ajeno. El fin es la intención del agente. En el ejemplo señalado robar para atender las necesidades propias, por ejemplo. Las circunstancias son condiciones accidentales que rodean al acto. En el ejemplo citado, el hecho de robar en situación de hambruna.
Estos tres criterios son cruciales en Bioética ya que frecuentemente se suprime alguno de los elementos citados en el objeto del acto humano como puede suceder con la eutanasia: se busca el alivio del sufrimiento de la persona, pero haciendo un acto malo. O en otro aspecto del acto el que considera sólo los efectos de la acción sin considerar la intención del agente.
No obstante, los actos humanos no son puramente racionales sino están influenciados por las pasiones humanas. Las pasiones pueden conducir al fin último del hombre ya que indican tendencias que son adecuadas al fin, siempre y cuando sean moduladas por las virtudes humanas. Las virtudes son hábitos que facilitan los actos moralmente buenos y que perfeccionan al hombre. También Tomás aborda dos temas muy importantes en la ética clásica que son la conciencia que es norma subjetiva de la moralidad y la ley moral que constituye la norma objetiva.
Una idea central de la ética tomista es la afirmación de la existencia de un orden racional que permite dirigir el comportamiento humano. Ese ordenamiento es la llamada “ley natural”. Señala Tomás:
… la criatura racional se encuentra sometida a la divina providencia de una manera muy superior a las demás, porque participa de la providencia como tal, y es providente para sí misma y para las demás cosas. Por lo mismo, hay también en ella una participación de la razón eterna en virtud de la cual se encuentra naturalmente inclinada a los actos y fines debidos. Y esta participación de la ley eterna en la criatura racional es lo que se llama ley natural. (Aquino, T. 2014: s.p.). . [Suma de Teología, I-II a q. 91 a. 2 c.].
La ley natural, así, a partir de las inclinaciones humanas que al ser analizadas por la razón se convierten en principios de la acción. Así la tendencia a la conservación del ser, presente en el hombre, nos da pauta para considerar el homicidio como algo contrario a la racionalidad del hombre. La razón descubre las exigencias de la naturaleza humana. Estas exigencias son para perfeccionar al hombre. Esas exigencias se convierten en deberes: derecho a la vida, la libertad etc.
La ley natural es innata y connatural a la inteligencia (Vallejo, J. 2013). El primer principio es hacer el bien y evitar el mal. Tomás insiste en que este principio es el primero en el orden práctico. Cómo principio no puede demostrarse sino se descubre de modo inmediato al reflexionar sobre los actos humanos.
Otra idea de Tomás de Aquino que tiene relación con la bioética es que la ley civil o positiva no puede ir en contra de la ley natural. Si va en contra de la ley natural es una ley injusta. Lo anterior conecta así con el tema de la justicia. La clave es que la justicia debe de ser proporcional: no pueden ser las mismas cargas y beneficios para todos. Esta idea nos lleva a los principios éticos de subsidiariedad y solidaridad que son usados en la bioética.
La bioética personalista debe así a Tomás de Aquino muchos elementos de su reflexión en la ética, como el señalado de la ley natural.
Referencias
Aquino, Tomas (2014). Suma de Teología. Argentina. Disponible en: https://hjg.com.ar/sumat/b/c1.html#a4
Valllejo, J. (2013). Ley natural en Santo Tomás de Aquino: una lectura para la comprensión y el análisis de los principios en bioética. Kénosis, (1) 1, Universidad Católica de Oriente. Disponible en: https://revistas.uco.edu.co/index.php/kenosis/article/view/9
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