Por Jorge L. Navarro.
La ONU, en su calendario oficial, ha establecido el 4 de noviembre como día mundial de la UNESCO.
En sus orígenes, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura –UNESCO, por sus siglas en inglés-, tenía un propósito muy claro: la búsqueda y preservación de la paz, a través de la educación, la ciencia y la cultura.
Tres momentos fundamentales para contextualizar la fundación de la UNESCO: el 7 de mayo de 1945, se firma el final de la Segunda Guerra Mundial; el 26 de junio se firma la Carta de San Francisco con la que se impulsó la fundación de la ONU, que se concretó el 24 de octubre. En el mismo año, pero el 16 de noviembre, se creo la UNESCO.
A esto hay que añadir que tres años después, en el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la Naciones Unidas, proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tales derechos son propuestos como un ideal común para todos los pueblos y las Naciones aceptaron el compromiso de protegerlos en todo el mundo. Esta Declaración, al colocar a la persona y su dignidad en el quicio de los procesos sociales, políticos y económicos, representa un correctivo radical a la idea de soberanía incondicionada y las tentaciones totalitarias de los Estados modernos; concomitantemente, éstos pueden fungir como criterio ético para la convivencia internacional y al interior de los Estados.
La Carta de San Francisco, documento fundacional de la ONU, establece como una de las finalidades primordiales: “desarrollar entre las naciones relaciones amistosas fundadas en el respeto del principio de igualdad de derechos de los pueblos y de su derecho a disponer de ellos mismos, y adoptar cualquier otra medida que sea de utilidad para consolidar la paz en el mundo”.
Las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo xx habían arrastrado una cauda de muerte y de destrucción humana difícilmente exagerables; la barbarie alimentada por las ideologías políticas y operada con la maquinaria del poder impersonal de los Estados, permitió ver con claridad que la promoción de la paz reclamaba desterrar la lógica de las ideologías y poner límites al Leviatán moderno encarnado en los Estados.
En la Constitución de la UNESCO, a su vez, encontramos esta divisa: Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres y las mujeres, es en la mente de los hombres y las mujeres donde deben erigirse los baluartes de la paz» (1945). El método a seguir se encuentra en la educación, la ciencia y la cultura.
En estos inicios lo atinado no estaba en la idea de “erigir baluartes”, lo que sugiere atrincheramiento, que pronto reenciende las ideologías, como se pudo constatar durante la “Guerra fria”. Lo realmente fecundo está en la apuesta por la educación y la cultura y la reivindicación de la ciencia, como una guía racional. Sin educación o cultura, la ciencia puede convertirse en un fetiche o en instrumento de poder, como en la ideologís positivista del siglo xix o en la ideología tecnocrática en el tránsito hacia el nuevo milenio. Sin embargo, el saber científico, con su modo de acceso a la realidad, abre posibilidades de civilización y de bienestar para los pueblos y por ello representa un patrimonio universal. No sobra recordar que le ciencia del siglo xx, salida de la “crisis del newtonismo” a causa de la “teoría de la relatividad”, es una ciencia modesta, que ha superado el modelo de la “física imperialista”, es decir, la física fue convertida en el paradigma del saber humano. (Ortega, 2017).
La UNESCO estableció el objetivo de “contribuir a la paz y a la seguridad estrechando, mediante la educación, la ciencia y la cultura, la colaboración entre las naciones a fin de asegurar el respeto universal a la justicia, a la ley, a los derechos humanos y las libertades fundamentales que sin distinción de raza, sexo, idioma o religión, la Carta de las Naciones Unidas reconoce a todos los pueblos del mundo”. De este modo, alineada con los motivos fundacionales de la ONU, establece como objetivos propios: erradicar el analfabetismo, procurando que no se excluya a la población infantil de la Educación Básica que contribuya a su crecimiento y desarrollo; salvaguardar el patrimonio cultural, estimulando la creatividad y la preservación de las tradiciones culturales de las naciones y fomentar el pluralismo y la diversidad de los medios de información, promoviendo la libre circulación de las ideas.
Es comprensible que desde sus inicios la UNESCO haya sido cuestionada en sus propósitos. En su momento, la Unión Sovietica se negó a adherir a sus Constituiones, aduciendo que se plegaba a la ideología capitalista y burguesa y omitía la filosofía materialista. A otros les parecía que en sus objetivos, demasiado secularistas, estaba ausente, toda referencia a un Ser supremo, o bien, que era demasiado idealista y vaga en sus propósitos. Estos y otros motivos como los que llevaron a los EUA a retirar su apoyo prespuestal y a retirarse de esta instancia,merecerìan un analísis aparte.
Hay que darle un crédito particular a la UNESCO por su compromiso en promover a los pueblos más pobres y con menos recursos para sustentar un sistema de educación adecuado para los niños y niñas; por ello ha puesto especial atención a la alfabetización y en la formación de docentes.
En la actualidad la UNESCO ha establecido su prioridades dentro de estos ambitos de acción: educación (alfabetización, prevención de VIH y formación de docentes en Africa, educación secundaria, fomento de la calidad educativa enfatizando la trasmisión de valores); educación superior; ciencias exactas y naturales (atención a los recursos hídricos, los oceanos y formación en ciencias básicas, promoción de políticas referentes a la ciencia); ciencias sociales y humanas (ética de las ciencias y de la tecnología, enfasis en la bioética, promoción de los derechos humanos, contra la discriminación, el racismo y la xenogofia; filosofía, ciencias humanas, democrácia y seguridad humana); cultura (promoción de la diversidad cultural con énfasis en el patrimonio material e inmaterial); políticas culturales y diálogo entre las culturas y las religiones; industria cultural y arte; comunicación e información (autonomía y acceso a la información y al conocimiento, libertad de expresión y desarrollo de la comunicación, fomento del uso de las TIC´s)
El hecho de que la UNESCO inevitablemente funcione como una superestructura, por encima incluso de los sistemas educativos de los diferentes países, es una desventaja que sin embargo, es una de las condiciones básicas del funcionamiento de Sistema ONU, creado como instancia de diálogo y cooperación supranacional. Sin embargo, esto la coloca en lugar muy distante de momento educativo básico y de las condiciones concretas en que se realiza. Sin negar sus méritos, hay que decir que una perspectiva de “arriba hacia abajo” no sólo es parcial e insuficiente, sino que en educación, como en tantas otras áreas de la vida de los pueblos, la perspectiva de “abajo hacia arriba” en insustituible. El acto educativo fundamental es un encuentro de personas y de generaciones y el gran continente de todo encuentro educativo, personal e intergeneracional, es la cultura, es decir, la identidad viva y concreta de un pueblo, aquello que la convienrte en sujeto en el concierto de las naciones y en la historia.
En el Pacto Internacional de Derechos Sociales, Económicos y Culturales, de 1966, se han abierto las perspectivas para desarrollar una concepción enriquecida de la cultura, que ayuda a perfeccionar una visión puramente individualista de los Derechos Humanos, a los que les confiere un asidero social, histórico y cultural.
Quizá ahora hay que atender la necesidad de una “nueva cultura”, de un pacto educativo; que enfatice no sólo la competitividad y la adquisición de competencias y habilidades para el desarrollo material o la promoción genérica de valores humanos; sino que ponga en el centro el encuentro entre personas y la comunicación intergeneracional, a través de las cuales una sociedad se renueva. Una cultura que no confunda unidad con homologción y que pueda responder a las diversas formas de “colonización ideológica”, que lesiona la identidad de los pueblos.
Referencias
UNESCO. Constitución de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. https://conservacion.inah.gob.mx/normativa/wp-content/uploads/Documento2961.pdf
Ortega y Gasset, J. (2017). ¿Qué es filosofía? En Obras Completas (1ª reimpresión). Madrid. Taurus.