Por Giampiero Aquila.
Es noticia reciente que el presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, ha pedido al parlamento la aprobación de una ley que legalice “de forma honesta los medicamentos a base de cannabis para todos aquellos que lo necesitan, con la investigación científica adecuada y la producción ucraniana adecuada…(para) soportar el dolor, el estrés y el trauma de la guerra»(Kyodo, 2023). Se sabe que la propuesta de la liberalización de este estupefaciente estaba ya presente en el programa de gobierno electoral que lo llevó a la presidencia en 2020.
¿Se requerirá de la marihuana para soportar la dura realidad?
En el panorama nacional, la guerra con Rusia en la que se encuentra Ucrania ahora, llama la atención que el presidente ucraniano solicite el uso de la droga que permita(rá) tolerar la realidad, soportar las duras circunstancias de la guerra. Es decir, un recurso necesario para tolerar, al menos parcialmente, la dura realidad.
En cambio, en nuestras sociedades, el discurso que se formula de ordinario para su liberalización hace hincapié en el uso recreativo de las drogas, eufemísticamente llamadas “ligeras”, como si no afectaran la percepción de la realidad y nuestra capacidad de hacernos cargos de ella.
En este sentido Zelensky va directo al grano, en paráfrasis diríamos: “¡la vida, así como está, no es vivible! Necesitamos algo que la haga tolerable y este algo es una droga”.
Cabe preguntarse por qué el Presidente ucraniano pide específicamente una industria del cannabis medicinal, y no de otros ansiolíticos y antidepresivos o de un sistema de salud que ya desde ahora labore para la rehabilitación no sólo de la infraestructura que los Rusos destruyen sistemáticamente afectando a la población civil sino que atienda al cuidado de las personas mismas. Tal vez esta petición apunte hacia el cumplimiento de su promesa de campaña.
El discurso que circula en los ambientes promotores de su liberalización afirma su inocuidad, como si fuera equiparable a un cigarro y hace caso omiso de los estudios más serios que indican los peligros del tal uso recreativo, en el corto y en el mediano plazo, pues sabemos que estas drogas, además de sus efectos adversos para el organismo humano, también operan socialmente como drogas de iniciación, que aumentan la masa de consumidores que irán a adquirir psicotrópicos cada vez más potentes y adictivos.
¿Cuáles efectos?
El principio activo del cannabis, el tetrahidrocannabinol (THC) influye de una forma muy amplia sobre nuestro sistema nervioso central (SNC), a nivel de los llamados receptores endocannabioides, que actúan sobre la la regulación de funciones como el dolor, el estado de ánimo, el apetito o la memoria, además de muchos otros sistemas de neurotransmisores y neuromoduladores. (Segarra et al, 2006, pág. 148)
Contrariamente a lo que se difunde, con frecuencia ocurre que no todos los efectos son deseados por los consumidores; especialmente aquellas personas que se inician en el consumo relatan sobre reacciones psicológicas desagradables como ansiedad, ataques de pánico, miedo, o humor depresivo tras el consumo. (Segarra et al, 2006, pág. 149) Durante la fase aguda de la intoxicación se hacen evidentes alteraciones cognitivas, como la memoria, la disminución de la atención y de la expresión lingüística e incremento de la torpeza en las respuestas. Todos estos efectos tienden a desaparecer por completo a medida que se extinguen los efectos de la sustancia.
Las motivaciones aducidas para la liberalización de esta droga son sus supuestos efectos recreativos, las mismas que parecen solventar las razones del presidente Zelensky.
Quienes se acercan a su uso, en un porcentaje significativo, buscan relajación en incluso alcanzar un estado de euforia; pero dejan de lado que los consumidores habituales, reportan dependencia, necesidad de incrementar las dosis y síndrome de abstinencia entre los efectos asociados a su consumo.
¿Acaso se requiere de la droga para vivir la crisis?
Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. (Francisco, 2020)
Son palabras pronunciadas por el Papa Francisco esa inolvidable noche del 27 de marzo del 2020 en una plaza San Pedro vacía, lluviosa, oscura y abandonada. Así nos sentíamos todos en esas primeras semanas de confinamiento a causa de la pandemia.
Tal como el COVID-19 la tormenta de esta guerra absurda que Rusia conduce en contra de Ucrania pone de manifiesto nuestra fragilidad y la fragilidad de tantos llamados a gobernar en tiempos difíciles, barre con las frágiles seguridades de una convivencia que ha olvidado sus raíces. También lo estamos viendo en Francia y la guerra de calle que está viviendo una vez más.
La respuesta ante la guerra y la amenaza nuclear seguramente no consiste en dar diagnósticos y recetas, cómodamente sentados en nuestras butacas, ni tampoco puede ser la fuga en paraísos artificiales, más o menos sofisticados que por un motivo u otro se intenta justificarlos.
La crisis, trátese de guerras o pandemias, como las fatigas cotidianas que acompañan a la vida, ponen de manifiesto nuestra fragilidad; los somos, en virtud de nuestra condición y no por circunstancias accidentales o pasajeras.
Saber hacer frente a la fragilidad como condición de la existencia y abrazarla, es el desafío de nuestro tiempo; lo muestran los más 100 mil muertos por sobredosis de algún estupefaciente (sobre todo fentanilo) del año pasado, en EEUU; esto y otras calamidades vivas en nuestro tiempo, gritan la exigencia de un sentido que muestre que vale la pena vivir y construir el bien.
Vivimos en una cultura que ha olvidado que estamos llamados a hacer frente a la realidad, que el miedo y la angustia se vencen cuando las circunstancias son afrontadas, desde su sentido. No habrá reconstrucción si no se inicia en medio de la tormenta, aunque sea como una pequeña esperanza, que no es evasión, ni fuga de la realidad.
En un breve texto, Soñemos Juntos (2020), el Papa Francisco propone un método para salir del miedo que nos aferra la garganta y nos quita el aliento: primero es examinar la realidad, cómoda o incómoda que sea. Luego se juzga, es decir se distingue entre lo que construye y lo que destruye, lo que corresponde al bien y lo que no. Finalmente se propone una mirada nueva que considere todos los factores de la realidad y que indique un camino que habrá de recorrer a tientas.
Para vivir la realidad se necesita la experiencia de pertenecer
Con toda seguridad el camino que vence el miedo no es la droga, no es el olvido o la fuga sino vivir intensamente la realidad.
No se puede ser superficiales ante la prueba que el pueblo de Ucrania está viviendo, los ataques a la población civil son hechos trágicos y los culpables de ellos deben asumir sus responsabilidades, pero al miedo lo vence la capacidad de certezas y no la fuga.
En nuestras sociedades el individualismo difuso y la soledad profunda, aún si estamos online 7/24; están relacionados con la difusión cada vez más extendida de las drogas.
En un debate parlamentario al que asistí hace poco, los promotores de la liberalización del cannabis elevaban un cartel que decía lo siguiente: “Si no lo hace el Estado, lo hará la mafia” refiriéndose a su distribución.
¡Ingenuidad! La marihuana es un inductor al consumo de drogas más fuertes y adictivas, una puerta de entrada; un gran número de resultados científicos apuntan hacia ese mismo hecho. El riesgo de consumir drogas “duras” es dos veces mayor en los individuos que previamente han experimentado con la marihuana, en relación con quienes no lo han hecho. (Luengo-Arvena, 2015) ¡La marihuana libre también es negocio de la mafia!
Sin embargo, desde los hechos de plaza Maidán del 2001 el pueblo de Ucrania ha dado muestra de una identidad que rara vez hemos visto, y que indica dónde está la experiencia que permite afrontar las adversidades sin que sea necesaria la fuga de la realidad a través de la marihuana, sea ésta medicinal o recreativa.
La cuestión es entonces cómo forjar la unidad a partir de la tensión. Austen Ivereigh (2020) en la posdata al libro del Papa se pregunta cómo forjar la unidad a partir de la tensión, sosteniendo las diferencias y fructificándolas sin que caigan en la contradicción y la dinámica es la del proceso sinodal, urgente no sólo para la Iglesia sino para el mundo.
La esperanza, antídoto a la angustia y a la desesperación, se siembra ya en las cenizas de la destrucción.
Referencias
Iglesia Católica. Papa (2013 – : Francisco)., & Francisco, P. (27/03/2020). Momento extraordinario de oración en tiempos de pandemia. Vatican. https://goo.su/caB6A
Kyodo. (29/06/2023). Zelenski pide legalizar el cannabis medicinal para ayudar a los ucranianos a “soportar el estrés de la guerra”. RT. https://goo.su/JSzf
Luengo-Arvena,D. (2015). ¿Es la marihuana una puerta de entrada a otras drogas? En Boletín del Observatorio Chileno de Drogas. https://goo.su/mEe5aqs
Segarra, A., Torres, A., Tejero, A., Campo, R. y Pérez, J. (2006). Efectos esperados y adversos del consumo de cannabis en sujetos dependientes de los tetrahidrocannabinoides. ELSEVIER. 10.1016/S1575-0973(06)75115-7
Papa Fracisco, Ivereigh, A. (2020). Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor (Conversaciones con). Plaza Janés.