Apuntes sobre la hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot Primera Parte

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Por José Miguel Ángeles de León[1]

 

 

1.1 Sucinta semblanza de Mauricio Beuchot

Mauricio Beuchot Puente es un filósofo mexicano, nacido en Torreón, Coahuila, el 4 de marzo de 1950.  De 1961 a 1973 estudió dentro de la Orden de los Predicadores (Dominicos), donde se centró en el estudio de Humanidades Clásicas, griego, latín y Filosofía Escolástica. En 1980 se doctoró en Filosofía por la Universidad Iberoamericana (UIA) con la tesis: «Sobre el problema de los universales en la filosofía analítica y en la metafísica tomista». Cursó estudios de historia del pensamiento, filosofía aristotélica y medieval, en la Universidad de Friburgo, en Suiza. Desde 1985 es Investigador Titular «C» de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL), adscrito a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. También, a partir de ese mismo año, forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Desde 1990 ocupa el sillón XXV de la Academia Mexicana de Historia y desde 1997, la silla XXIII de la Academia Mexicana de la Lengua.

Es autor de más de 40 libros y actualmente coordina el Seminario de Hermenéutica del instituto ya citado.

 

¿Qué es la hermenéutica?, el univocismo y el equivocismo

Mauricio Beuchot define hermenéutica como la disciplina de la interpretación, que trata de comprender textos y de colocarlos en sus contextos respectivos (Beuchot, 2008: 7-9). Sin embargo, la tarea del hermeneuta es compleja por las complicaciones metodológicas, epistemológicas y cognoscitivas propias de toda interpretación, no sólo de textos escritos, sino de cualquier fenómeno o expresión humana. La hermenéutica se polariza, a partir del sentido de la interpretación, en dos aprehensiones del sentido del texto: la posición unívoca y la posición equivoca. El univocismo es aquella interpretación que intenta colocar la comprensión del lector en el mismo sentido que la intención del autor, es decir, intenta encontrar las verdaderas intenciones del autor, y por lo tanto conocer, casi al pie de la letra y sin equivocación, el pensamiento del mismo. El univocismo generalmente termina en posiciones cerradas que limitan la indagación de los planteamientos filosóficos e intenta imponer un solo sentido que suele identificar con la verdad. Estas posturas generalmente se encuentran en las filosofías racionalistas, materialistas positivistas. Por otra parte, el equivocismo sostiene que cualquier interpretación es válida y recrea, a partir de la concepción del intérprete, las intenciones originales del texto; el hermeneuta equivoco defiende su postura  a partir del relativismo y de la subjetividad de las interpretaciones, encontramos posturas equivocistas en el irracionalismo, el subjetivismo, y en general, en las llamadas filosofías de la posmodernidad. (Beuchot, 2008: 49-54)

 

2.1.Breve historia de la hermenéutica a partir de sus métodos.

El acto hermenéutico se define, a partir desde inicios del siglo XX, como la interpretación de toda expresión humana. Aunque, evidentemente, aún sin ese nombre, la hermenéutica es más antigua, incluso, que la escritura. La hermenéutica nació el día en el que el hombre se comunicó por primera vez, pues la interpretación, es la primera implicación del lenguaje: todo emisor codifica el mensaje del locutor. Si asumimos las posturas clásicas, es decir, ver la hermenéutica como una disciplina únicamente dedicada a la interpretación del sentido de los textos escritos, la hermenéutica nació el día en el que el primer escritor de la historia tuvo su primer lector. La hermenéutica no es un estudio exclusivo de la filosofía, de hecho, etimológicamente, la palabra hermenéutica significa: «Lo que se descifra», (ἑρμηνευτικὴ) y que deriva del verbo «ἑρμηνεύειν», que significa (interpretar, descifrar, explicar). «ἑρμηνεύειν» es un verbo con una fuerte connotación religiosa, pues tal verbo está relacionado, en su raíz, con «Έρμῆς», (Hermes), dios olímpico que era quien le transmitía a los hombres la palabra divina.

No se sabe cuándo nació la hermenéutica como tal, pero la interpretación metodológica de los textos comenzó en la Antigua Grecia, aproximadamente en el siglo VIII a.C, pero la hermenéutica antigua, al igual que la filosofía, tuvo su punto culmine en el siglo IV a.C; Platón habla en sus diálogos Ión y Epinomis del hermeneuta como intérprete y como exegeta de los poemas homéricos, en el Crátilo intenta conocer el origen de las palabras, así como el significado verdadero que los hombres no pueden conocer y que sólo los dioses tienen acceso a él. Aristóteles es quizás el primero que estudia y hace hermenéutica con un método ordenado y tal obra será el primer manual, propiamente, de hermenéutica: Περὶ Ἑρμηνείας (Peri Hermeneias, Sobre la Interpretación) que fue recopilado dentro del Órganon. En Peri Hermeneias se expone el sentido y significado del lenguaje, sus palabras y su mensaje, a partir de los cuáles, el estagirita, desarrollará su famoso método lógico. Es Aristóteles también quien propone, aunque no en el Órganon, sino en la Ética Nicomáquea, la noción de analogía o término medio, a través de la phrónesis. Mauricio Beuchot recuperará esa noción aristotélica para construir su método, más adelante expondremos el significado de la analogía y también el de sus elementos.

La hermenéutica encontró su auge en baja Edad Media, donde se desarrolló como herramienta primaria tanto en la naciente teología, como en la filosofía. Fue en la Escuela de Alejandría donde se hicieron los primeros ejercicios hermenéuticos, tanto a los textos filosóficos, (platónicos y neoplatónicos, principalmente) como a los textos bíblicos. Señala Beuchot que tales estudios hermenéuticos nacieron de la necesidad de interpretar, simbólicamente, la Biblia, en oposición a la interpretación literal, que por ejemplo, proponía la Escuela de Antioquía. La pugna entre las hermenéuticas literales (unívocas) y las simbólicas (casi siempre, equívocas) encontraron, según Beuchot, una analogicidad en la obra de San Agustín, quien determinó cuando era preciso interpretar literal o simbólicamente. La exégesis de los textos sagrados no fue propia del Cristianismo, también se hizo en el Islam y en el Judaísmo, incluso en los llamados cultos heréticos, que estudiaban los mitos homéricos y lo que quedaba de la poesía órfica, sin embargo, es poco lo que queda de ese tipo de exégesis, pues ésa práctica fue ampliamente reprimida. Santo Tomás de Aquino, Maimónides y Averroes, por su herencia aristotélica, serán los máximos exponentes de éste período, pues trataron de conciliar la palabra «sagrada» con el «racionalismo» aristotélico; Según Beuchot (Beuchot, 2008: 17): «Tomás privilegiará el sentido literal, pero no despreciará el sentido simbólico, encontrando así, un sentido analógico»

Durante el Renacimiento y la temprana Modernidad, debido al racionalismo y al naciente cientificismo, la hermenéutica cayó en decadencia. En esa misma época, consecuencia del cientificismo, la Iglesia Católica reformó sus doctrinas e impuso cánones interpretativos más rigurosos de la palabra «de Dios». La pena por interpretar, de forma herética la palabra de Dios, era la muerte. Las limitaciones interpretativas dentro de la Iglesia Católica fueron una de las razones principales por las cuáles nacieron las luchas de Martín Lutero, padre de la Iglesia Protestante y de Juan Calvino, padre de la Iglesia Calvinista. En la modernidad, la hermenéutica prácticamente desapareció y fue hasta inicios del siglo XIX, cuando dentro del idealismo alemán, un kantiano calvinista, llamado Friedrich Schleiermacher intentó reconstruir la tradición interpretativa de la palabra de Dios. Schleiermacher fue traductor del Nuevo Testamento al alemán y formuló lo que hoy conocemos como círculo hermenéutico. El método de Schleiermacher se caracterizó por ser de naturaleza filológica, pues creía que la interpretación correcta estaba en el conocimiento de la lengua y en lo que él  llamaba Gefühl (sentimiento). El Gefühl consistía en generar cierta empatía con autor y así conocer, según la lectura de Beuchot (2008: 20), su mundo, incluso mejor, que el mismo autor.  Sin embargo, la empresa de Schleiermacher pasó inadvertida en su tiempo y fue estudiada hasta que fue recuperada, para ser reformulada, por Dilthey.

A inicios del siglo XIX, en Alemania, la hermenéutica aún no era considerada parte de la filosofía, sino que era vista como una rama de la filología que se dedicaba a la interpretación de textos antiguos. Tal consideración se dio por la gran influencia que ejercían, dentro del llamado «Idealismo alemán», las corrientes de fuerte corte racionalista: el idealismo, herencia de Kant; el materialismo hegeliano y el racionalismo de Gauss, Fichte y Leibniz, antecedentes del positivismo y de la filosofía analítica, que como veremos, desde finales del XIX, tales filosofías serán vistas como las filosofías opuestas a la hermenéutica.

A mediados del siglo XIX, «la razón pura» del idealismo alemán entró en crisis y Wilhem Dilthey, debido a su fuerte espíritu romántico, aunque él también era racional, intentó reformular, mediante su historicismo, la clasificación de las ciencias. Dilthey postuló la existencia de una ciencia que no tenía por objeto de estudio una «res» material, tampoco eran una construcción social; por ello, decidió inventar una terminología para tales estudios que no le correspondían ni a las «Ciencias Naturales», ni a las «Ciencias Humanas»; el orden de tales objetos inmateriales y «esotéricos» fue denominado, por Dilthey, como «Ciencias del Espíritu». Así como las Ciencias Naturales y las Ciencias Humanas se valían, como herramientas metodológicas, de las matemáticas, la economía, la política y el derecho, respectivamente; Dilthey vio en la hermenéutica de Schleiermacher la herramienta principal de las ciencias del espíritu. Sin embargo, Dilthey vio preciso reformular el método de Schleiermacher para que la hermenéutica realmente sirviese a los files que él se propuso. La hermenéutica de Dilthey ese podría «interpretar» como una hermenéutica empirista, no en el sentido inglés, pues el objetivo de Dilthey era que la hermenéutica comprobara, experimentalmente, las ciencias del espíritu, cayendo así en un univocismo absoluto. El gran cambio hermenéutico se dio con Friedrich Nietzsche, contemporáneo a Dilthey, quien además de ser un célebre filósofo, también fue un gran filólogo; Nietzsche condenó la tradición de Schleiermacher y  las llamadas «ciencias del espíritu», para Nietzsche tales «postulados» son falsos pues parten de un presunción fáctica, Nietzsche de naturaleza irracional, ante la afacticidad, planteó la idea fundamental, para la hermenéutica del siglo XX, que versa que no hay hechos, sino interpretaciones, inaugurando así la primera hermenéutica irracional que no pretendía una comprensión unívoca, sino todo lo contrario.

A Nietzsche y Dilthey les son contemporáneos los primero intérpretes lingüísticos, también conocidos como logicistas o analíticos,  quienes también, de algún modo, desarrollaron una hermenéutica,  aunque influenciados por el idealismo científico y por el positivismo, lo cual llevó a extremizar sus posturas racionales;  John Stuart-Mill, Bertrand Russell , Gottlob Frege y posteriormente Ludwig Wittgenstein,  así como de la filosofía pragmática de Charles Sanders-Pierce y, en sus inicios, la fenomenología de Edmund Husserl, intentaron llevar la interpretación al extremo unívoco, afirmando algunos de ellos, que analizando el lenguaje es posible llegar al sentido absoluto del mensaje, pasando de la interpretación a la verdad. Como ya mencioné, la pugna entre estas filosofías sigue estando vigente, los analíticos desprecian a los hermeneutas; los hermeneutas desprecian a los analíticos.

Del seno de la filosofía analítica, a inicios del siglo XX, nació la fenomenología, fundada por Edmund Husserl, en inicios de corte racional. Al ver que el modelo lógico no conducía a los fines que Husserl quería, decidió postular el método de la époje trascendental, o fenomenología trascendental, que consistía en hacer filosofía a partir de las ideas colectivas, compactando en ella todas las interpretaciones, todas las metodologías; según Husserl, su método era un oposición al racionalismo y al empirismo extremo, puesto que su filosofía partía del análisis de verdad de los fenómenos, que podían ser temporales o trascendentales, por lo tanto, es con la fenomenología cuando la hermenéutica salió del texto escrito.  De la fenomenología nació el fundador del paradigma hermenéutico que más difusión tuvo en el siglo XX: la hermenéutica ontológica, también conocida como hermenéutica de la facticidad, fundada por Martin Heidegger. La hermenéutica de la facticidad le da un estatuos ontológico «existenciario» al fenómeno interpretativo, el texto «es-en-el-mundo» y tiene una «esencia» propia, es así como la hermenéutica se convierte en una de las ramas más importantes de la filosofía, rebasando el fantasma filológico.  Es con Hans-Georg Gadamer, discípulo de Heidegger, cuando la hermenéutica volvió a tener un modelo organizado, lo que no se veía desde Schleiermacher y Dilthey.  Aunque el objetivo de Gadamer no era «metodologizar» la hermenéutica, pues según él, lo ontológico no puede tener un método, generó paradigmas interpretativos que hicieron que se viera a la interpretación como un proceso. El «proceso» hermenéutico, como señaló Gadamer es posible puesto que existe una racionalidad interpretativa que responde a un tiempo y a un diálogo, además de una caducidad y de una oportunidad. Tales procesos no pueden ser demostrados con metodologías cuantitativas o cualitativas, puesto que sus fenómenos son inefables: el modelo de Gadamer es un fuerte reclamo tanto al positivismo, como a la filosofía analítica y a las filosofías hegeliano-marxistas, ampliamente cultivadas en ese período.

Dice el modelo de Gadamer que a la hermenéutica no se le puede aplicar un método materialista, pues según él, la hermenéutica no es un estudio, sino una virtud interpretativa; además, según Gadamer, de la ciencia no pueden nacer virtudes (Gadamer, 2007: 422-424). Gadamer vuelve a los orígenes de la interpretación y reintroduce la noción de phrónesis como paradigma interpretativo, que consiste en ponderar las interpretaciones rivales, eligiendo la mejor o las mejores, llegando así a un juicio de verdad (Gadamer, 2007: 499-500). Gadamer, influenciado por Heidegger y retomando las nociones interpretativas de Schleiermacher, también introduce al arte interpretativo, el  «Círculo Hermenéutico» (Ferraris, 2002: 204), que es un ejercicio dialéctico que tiene el fin de conocer la interpretación, de darle validez y así encontrar su, o sus, sentidos. La phrónesis gadameriana es completamente subjetiva e inmaterial y su validez se da a partir de la comprobación del texto en uno mismo, eso es lo que determina la «validez» interpretativa de la verdad del hermenéutica. Tal «relativismo» interpretativo de la verdad ocasiona que la hermenéutica sea una herramienta que nos permita «entender al otro» (Gadamer, 2007: 499-500). La «relativa» verdad gadameriana y su círculo hermenéutico ocasionó que el arte interpretativo saliera de la academicidad filosófica; fue con Paul Ricoeur cuando la hermenéutica por fin se cultiva fuera de Alemania, y encuentra un gran sentido práctico, pues Ricoeur intentó aplicarla al psicoanálisis, a la religión, pero principalmente, a la Historia. La hermenéutica trascendental, y los nuevos modelos de interpretación del texto,  dieron pie al desarrollo de hermenéuticas «aplicadas»,  como la «Hermenéutica del Sujeto» de Michel Foucault, la «Gramatología» de Jacques Derrida, el «Neopragmatismo» de Richard Rorty o «El pensamiento débil» de Gianni Vattimo, hermenéuticas que a inicios del siglo XXI, continúan su desarrollo.

Fin de la primera parte. En un segundo apartado continuaremos con el modelo hermenéutico de Beuchot.

 

LEER SEGUNDA PARTE:

Apuntes sobre la hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot, Segunda Parte

 

[1] Es maestro en Filosofía por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México



Bibliografía

Beuchot, M. (2008).Perfiles Esenciales de la Hermenéutica. México: FCE/UNAM.

Beuchot, M. (1997). Tratado de Hermenéutica Analógica. México: Itaca/UNAM.

Beuchot,  M. (2007). Phrónesis, Analogía y Hermenéutica, México: UNAM.

Gadamer, H.G. (1999). Verdad y Método. Barcelona: Herder.

Ferraris, M. (2002). Historia de la Hermenéutica. México: Siglo XXI.