Por Zayra Ramírez Daher[1]
Introducción
El rápido crecimiento de la población anciana, como parte de la transición demográfica de los últimos años, obliga a mejorar la atención del paciente geriátrico, en relación con el estudio, prevención y tratamiento de anomalías relacionadas con la edad, propósito que puede lograrse a través de una valoración geriátrica integral, tomando en cuenta desde aspectos funcionales, psicológicos-mentales, sociales y biológicos.
Cuando se formulan señalamientos de tipo ético en materia de Geriatría, deben analizarse desde una perspectiva multidimensional y la aplicación de valores fundamentales: deontológicos (libertad de decisión del paciente), con las limitaciones en el campo; y teleológicos (buscar la salud y bienestar de los pacientes). Una dimensión adicional por considerar es la enseñanza de la ética en la formación del médico, la cual tiene como fin lograr un nivel elevado de aptitudes o competencia clínica, siempre en pro del paciente geriátrico.
Desarrollo
Desde la década de los 80s, ha habido un mayor interés por el paciente anciano como consecuencia del inicio de la especialidad de Geriatría en México, así como también por el mayor auge que han tomado los cuidados paliativos como parte del manejo integral en pacientes (jóvenes y no jóvenes) con enfermedades crónicas avanzadas, sin posibilidad de recuperación, lo cual ha roto paradigmas, maneras de pensar e incluso modificado o creado nuevos reglamentos dentro de las normas
estipuladas a nivel nacional o Ley General de Salud. Todo esto ha llevado a los profesionales de la salud a una toma de decisiones que se base principalmente en los cuatro principios bioéticos fundamentales (beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia).
Al asumir decisiones bioéticas, el médico enfrenta conflictos, cuando él mismo no tiene definidos sus propios valores que pueda diferenciarlos de los de sus pacientes. Esto es de suma importancia en Geriatría, pues en múltiples ocasiones, se toman decisiones en pacientes con limitada capacidad de decisión o en aquellos con pronóstico desfavorable. En estos casos, tales decisiones están centradas en los valores del médico o de aquellos profesionales que intervienen en la atención del paciente geriátrico. Incluso apoyados en la bioética, no es posible saber si la decisión es correcta o buena para el paciente, pero al menos se dispone de las normas y límites de las intervenciones que resguarden al paciente y la moralidad del acto.
Aún en pleno siglo XXI la vejez sigue siendo un tema conflictivo, tanto para el que la vive, como para aquellos que sin ser viejos la enfrentan en sus diversos papeles profesionales: médico, enfermera, psicólogo, trabajador social y demás profesionales del equipo geriátrico. Se participa de una ideología sociocultural que puede permanecer inconsciente y solo se hace presente durante el trato directo con el anciano. Cuando se trata de pacientes geriátricos entran en juego las actitudes (grado de aceptación o rechazo), caracterizadas por tres componentes: cognitivo (representación mental del objetivo de actitud), que junto con el afectivo lleva a un fin, el componente conativo o de acción, casi siempre de tipo negativo. Son muchos los estudios que apoyan la existencia de actitudes desfavorables hacia el anciano, independientemente de su contexto psicosocial.
La aplicación de principios bioéticos en Geriatría necesita con urgencia un cambio de actitudes, una situación planteada como posible, de acuerdo con la teoría de la consecuencia afectivo-cognitiva de Rosenberg y Albenson, la cual establece que las actitudes poseen estructuras psicológicas, que al presentar cambios en una estructura propician cambios en la otra y que los elementos cognitivos representan las entidades básicas en las representaciones del pensamiento humano. En consecuencia, para cambiar las actitudes hacia el anciano, en el componente afectivo (sentimiento de aceptación o rechazo) es importante modificar el componente cognitivo (representación mental del objetivo de actitud), en este caso, la imagen estereotipada hacia la edad o la persona anciana.
El principal eje bioético en Geriatría es el de beneficencia; las acciones deben ser propositivas y en función del paciente viejo. Es preciso evitar intervenciones que agraven la situación psicosocial del anciano. Trabajar bajo los principios de autonomía y beneficencia requiere mayor apoyo bioético, de forma que la vulnerabilidad del paciente no sea mayor y el profesional de la salud cumpla con el acto moral.
Conclusión
El tiempo apremia cuando se trata de cambiar formas de pensar, ideas arraigadas o actitudes que perjudiquen o no beneficien a nuestros pacientes ancianos, lo cual no será posible si no se trabaja en equipo. Debemos tener en cuenta los principios de beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia para una toma de decisiones más favorecedora para todos los pacientes, particularmente el paciente geriátrico, sin dejar de tomar en cuenta su vulnerabilidad biopsicosocial.
[1] Alumna del diplomado en Bioética y Envejecimiento. CISAV. 2022
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