Por José Enrique Gómez Álvarez.
El 8 de marzo se celebra el día Internacional de la Mujer. Sus orígenes están en la lucha por derechos sociales como una más justa remuneración por el trabajo o el acceso al voto.
El día internacional se enmarca en el movimiento de derechos ayudando así a que:
… la conmemoración sea un elemento unificador, fortaleciendo el apoyo a los derechos de las mujeres y su participación en los ámbitos político, social, cultural y económico … La igualdad de género es una de las dos prioridades globales de la Organización desde 2008. La prioridad global de la igualdad entre hombres y mujeres se aplica mediante acciones orientadas a la obtención de resultados, tanto en la Secretaría como en los Estados Miembros, con una amplia gama de asociados (UNESCO 2021: s.p.).
La conmemoración no busca “dejar las cosas como están” sino fomentar una auténtica igualdad, que no es igualitarismo. La verdadera igualdad debe ser un reconocimiento de la diversidad dentro de la naturaleza humana. Las diferencias de género entendidas como complementarias pero iguales en derechos, permiten una sinergia que beneficia a toda la sociedad. Esa sinergia constituye el reconocimiento de igualdad de capacidades en distintas áreas del conocimiento y las actividades humanas. Debe promoverse evitar la subrepresentación de las mujeres en los ámbitos científicos, deportivos y políticos. Las políticas públicas, especialmente en el ámbito educativo, deben encaminarse al reconocimiento de habilidades y méritos de todas las personas, generando así igualdad de oportunidades de desarrollo.
La educación de género no significa eliminar la femineidad ni la masculinidad en sus diversas manifestaciones culturales, pero sí debe distinguir bien esos elementos de cultura que inhiben el desarrollo personal atribuyéndolos a una supuesta característica natural. Se pueden aprovechar ciertas características que las mujeres han manejado mejor, como la capacidad ética del cuidado con otras características que se han asociado más con los hombres como la racionalidad técnica. No obstante, sin entrar al debate de su connaturalidad, se debe de reconocer que las diferencias no implican generar condiciones de discriminación.
Uno de los factores de discriminación más común es el acceso de las mujeres a la educación desde los niveles básicos hasta los universitarios. Por supuesto la inequidad educativa no es exclusiva de las mujeres, pero a menudo suele relegárseles de un modo más notorio que a los hombres: en el mundo 258 millones de niños y jóvenes carecen del acceso a la educación (UNESCO, 2022). La educación no es el único ámbito afectado. La directora general de la UNESCO explica la situación que las mujeres se ha visto agravada por la pandemia de Covid 19:
Las desigualdades en la educación fueron las primeras en agravarse, como resultado de haber privado de sus clases a 767 millones de mujeres y niñas en el pico de la pandemia. Actualmente, además de los 132 millones de chicas que ya estaban sin escolarizar antes de la crisis, 11 millones podrían no volver nunca a la escuela. Las vulnerabilidades socioeconómicas también están aumentando drásticamente. Según un reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la pérdida de puestos de trabajo en el plano mundial ha afectado al 5% de las mujeres, frente al 3,9% de los hombres. La pérdida de la independencia económica también ha expuesto en mayor medidaa las mujeres a la violencia y la discriminación. Por ejemplo, según datos de las Naciones Unidas, cada trimestre de confinamiento provoca 15 millones de casos adicionales de violencia contra la mujer, y en el próximo decenio se producirán dos millones de casos de mutilación genital femenina, que hubieran podido evitarse. (UNESCO 2021 bis: s.p.)
Entre los derechos humanos se encuentra la participación de las mujeres y hombres en su papel de transmisores y preservadores de los valores culturales de las distintas sociedades. Ese compartir cultural debe defenderse en sus manifestaciones femeninas y masculinas. Se deben promover las manifestaciones humanas sin generar discriminación u ocultamiento de las distintas manifestaciones por razones de género. La presencia de las mujeres debe darse en todos los niveles, no sólo en los operativos, debe tener acceso a posiciones de liderazgo en donde gracias a su participación se enriquezca la cultura. Del mismo modo, en los medios de comunicación debe darse acceso a la expresión de las mujeres y participación activa en todo el proceso comunicativo de las sociedades contemporáneas.
En un mundo que tiende a regirse por criterios de producción – de fabricación de objetos – la maternidad es un ejemplo antitético. La maternidad no es una carga gravosa a las mujeres y se constituye como enriquecimiento de la diversidad humana. En ese sentido, los derechos de la mujer durante esta circunstancia no sólo no deben disminuirse o ser coaccionados, como podría ser el derecho al trabajo. La experiencia intransferible del proceso de embarazo debería ser acontecimiento compartido y festejado. La maternidad, en consecuencia, no debe perseguirse ni estigmatizarse, sino celebrarse y respetarse al máximo.
El carácter personal de los seres humanos convierten a cada individuo en ser de proyecto único. Cada persona es un proyecto único de vida. En este sentido, la igualdad entre el hombre y la mujer es indiscutible. Cada mujer y hombre en concreto merece condiciones de desarrollo personal. Así, ajustado a las realidades culturales de las cuales no se está aislado, se fomenta ese desarrollo personal. Ser líder como hombre o como mujer no es idéntico, pero su igualdad en dignidad implica el mismo valor con sus características diferenciales. Los hombres y las mujeres no sólo existen juntos: uno al lado del otro coexisten en comunidad, idealmente en un contexto sin competencia por derechos y prerrogativas, sino proporcionándose mutuamente las condiciones para acceder a ellos. De esa manera, la igualdad laboral no se logra sólo con cubrir cuotas de 50% a cada parte. El peligro de las cuotas de género es que se conviertan en simples convencionalismos: se conceden la mitad de las candidaturas políticas sin tomar en cuenta la idoneidad para el cargo, por ejemplo, pero se permite el acceso a candidaturas que no son posible ganar o las menos importantes de un proceso electoral.
Así “las cuotas de género” son sólo un paso en la consecución de la igualdad, pero deben generarse un sentido de colaboración y trabajo conjunto que permita. Las cuotas son, muchas veces, remediales en donde la discriminación queda sólo disimulada.
El debate feminista ha mostrado que las categorías masculinas y femeninas deben revisarse. Que el cuidado, la conexión de la emoción y la razón son elementos connaturales del ser humano y no se reducen sólo a una cuestión femenina, es algo que se ha demostrado (Gilligan, 2013). Esto no significa que no haya ninguna diferencia, pero sí muestra que en una auténtica democracia hay que reajustar nuestras nociones de lo femenino y lo masculino.
El festejo del día Internacional de la mujer es un momento para pensar la complementariedad entre los hombres y mujeres, pero sin convertirlo en una lucha de poder disfrazada de igualdad.
Referencias
Gilligan C. (2013). La ética del cuidado. Cuadernos de la Fundació Víctor Grífols i Lucas. Barcelona.
UNESCO (2021). Día Internacional de la mujer. Disponible en: https://es.unesco.org/commemorations/womenday
UNESCO (2022). Out of school Children and Youth. Disponible en: http://uis.unesco.org/en/topic/out-school-children-and-youth
UNESCObis (2021). Mensaje de la Sra. Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO,con motivo del Día Internacional de la Mujer. Disponible en: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000375703_spa