Kant: autonomía y bioética

 

Por José Enrique Gómez Álvarez.

 

La ética kantiana ha influenciado a la bioética. Muchas reflexiones bioéticas analizan postulados y tesis de la teoría kantiana de la moral (Kuhse y Singer, 2001). En Kant, la autonomía es un concepto central, pero hay que distinguirla de la noción de autonomía como frecuentemente es usada en Bioética.

La autonomía es un concepto que se ha convertido en primordial para la Bioética. El consentimiento informado se fundamenta en este principio. Un beneficio del principio de autonomía es reconocer que la persona, y no la enfermedad, es el fin de la medicina.

La autonomía se ha constituido probablemente como el principio más señalado en la Bioética. En la Declaración Universal sobre los Derechos Humanos y la Bioética se afirma:

Se habrá de respetar la autonomía de la persona en lo que se refiere a la facultad de adoptar decisiones, asumiendo la responsabilidad de éstas y respetando la autonomía de los demás. Para las personas que carecen de la capacidad de ejercer su autonomía, se habrán de tomar medidas especiales para proteger sus derechos e intereses (UNESCO, 2005: s.p.).

La autonomía se constituye en un nuevo modelo en la relación médico-paciente en contraposición con el paternalismo. El principio de autonomía se vio reforzado de manera práctica por el rechazo de los experimentos atroces de la Segunda Guerra Mundial y en el caso de Estados Unidos por el experimento Tuskegge, que dio la vuelta al mundo y mostró un ejemplo claro de falta de respeto de la autonomía.

Pero en Kant, la autonomía no se refiere a una selección de preferencias personales que solo aplique a uno mismo. La ética kantiana es una pura ética del deber, es decir el cumplimiento del deber por el deber aplicada a todos los seres racionales, por lo que en realidad hay una diferencia fundamental con el concepto de autonomía usada hoy en día.

Los seres racionales son los únicos que pueden ser autónomos. Kant señala en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres[1] respecto de la autonomía como principio supremo de la moralidad:

La autonomía de la voluntad es la constitución de la voluntad, por la cual es ella para sí misma una ley -independientemente como estén constituidos los objetos del querer- . El principio de la autonomía es pues, no elegir de otro modo sino de éste:  que las máximas de la elección, en el querer mismo, sean al mismo tiempo incluidas como ley universal [imperativo categórico] (Kant, 1990: 52).

Por medio del imperativo categórico se pueden obtener las máximas universales que exigen pleno respeto. Esas máximas universales implican que se aplican a todo ser racional. La idea central de autonomía es la capacidad de dirigirse a sí mismo, o en términos kantianos, de ser autolegislador de uno mismo. La moral no se fundamenta en la causalidad del mundo natural. Es en la intrínseca naturaleza de la racionalidad donde surge el mundo moral. Las leyes morales no se derivan así de la naturaleza externa al hombre (Kant, 2009).

Una idea central en Kant es que la moralidad implica obedecer una ley que nuestra razón se da a uno mismo. Pero, no se refiere de nuevo, a una mera elección personal que puede ser aceptada o no por las demás personas, sino a la racionalidad intrínseca de la razón. En este sentido, la autonomía en Kant no se refiere propiamente a opciones de vida personales que pueden o no ser generalizables (Begoña, 2007). La autolegislación lleva a generar máximas para todo ser racional.

Autogobernarse es gobernarse con la razón. La autolegislación implica que la acción moral no depende de principios arbitrarios o basados en el propio interés, que son contingentes.  La moral no puede ser condicionada del modo “si realizo esto entonces consigo esto otro”. Su mandamiento debe ser sin condiciones y exigible a cualquier ser racional y no fundamentarse en objetos externos como la felicidad, el placer u otros, ya que no pueden así convertirse en normas autónomas que exigen respeto sin condiciones:

Cuando la voluntad busca la ley, que debe determinarla, en algún otro punto que no en la aptitud de sus máximas para su propia legislación universal y, por lo tanto, cuando sale de sí misma a buscar esa ley en la constitución de alguno de sus objetos, entonces prodúcese siempre heteronomía. No es entonces la voluntad que se da a sí misma la ley, sino el objeto por su relación con la voluntad, es el que da a ésta la ley (Kant, 2009: 52).

Así, no mentir por conservar el honor, señala Kant, es una norma heterónoma o condicionada, en cambio, no mentir cuando “el mentir no me acarrea la menor vergüenza” (Kant, 2009: 52) implica una independencia de la razón respecto a su objeto (autonomía), es decir, la norma se debe respetar por sí misma y no por conveniencia para el sujeto.

Lo anterior conecta con otra idea central en Kant: el concepto de dignidad: “… la autonomía es pues el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional” (Kant, 1990: 49). Las personas son fines en sí mismas y no pueden ser instrumentalizadas. Lo anterior se resume en la segunda formulación del imperativo categórico que dice: “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio” (Kant, 1990: 44-45).

Ahora bien, un ejemplo de cómo puede aplicarse el imperativo categórico lo constituye el tema de la eutanasia (Begoña, 2007). Si entendemos la eutanasia como la petición de que le den muerte a alguien debido a su sufrimiento insoportable y que es en el fondo un suicidio entonces:

… la máxima universal del suicidio se puede pensar, pero no se puede querer. Los deseos son legítimos mientras se los pueda querer universalmente, pero precisamente lo que se pretende con el suicidio es anular el deseo: la máxima es contradictoria. El que quiere suicidarse pretende legitimar su deseo con la anulación del mecanismo legitimador, que es el deseo universalizable…  Kant concibe la vida como facultad de desear, y cuando se desea el suicidio se desea no desear: se usa la vida, el deseo, para legitimar lo contrario, el no deseo (Begoña, 2007: 80).

Por eso condena Kant el suicidio y, por extensión la eutanasia. La autonomía en Kant, como se nota en este ejemplo, no es, pues la autonomía de preferencias en sentido liberal.

Kant en consecuencia no abordó directamente la bioética, pero su sistema moral puede ser aplicado a temas de este tipo como el ejemplo de la eutanasia. La insistencia en la importancia del deber por el deber, la existencia de normas que mandan sin condiciones es otro componente que ha influido en la bioética.

 


[1] Todas las citas de Kant son de esta obra.

Referencias bibliográficas

 

Begoña, R. (2007). El concepto «vida» en la ética kantiana: algunas consecuencias para la bioética. Logos. Anales del Seminario de Metafísica.

Kant, I. (1990) Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Crítica de la razón práctica. La paz perpetua. México: Porrúa.

Kuhse, H. Singer, P. (2001). A companion to bioethics. Oxford: Wiley-Blackwell.

UNESCO (2005) Declaración universal sobre los derechos humanos y la bioética. Disponible en: https://es.unesco.org/about-us/legal-affairs/declaracion-universal-bioetica-y-derechos-humanos