La educación integral: guía permanente en tiempos actuales

 

 

Por Sagrario Chávez Arreola|

sagrario.chavez@cisav.org

 

 

En una de sus observaciones acerca de la vivencia del educador en el contexto occidental de la segunda mitad del siglo XX, Maria Zambrano escribe: “En cierto sentido el educador está solo, solo ante su inmensa responsabilidad, a veces asistido, a veces lo contrario” (2013, párr. 20). Entre las diversas preguntas que nos atraviesan al dejar resonar esas palabras, podemos encontrarnos con las siguientes: ¿cómo está el educador hoy en día? ¿quiénes le asisten o le acompañan en su labor? Además, como ciudadanos de las primeras décadas del siglo XXI, hemos podido constatar que la proliferación de opiniones sobre la responsabilidad del educador en la época que vivimos, si bien con el afán de orientar, en ocasiones nos sumerge en una confusión que puede derivar en desesperanza o relativismo. En esta compleja circunstancia puede resultar revelador atender a aquellas voces que, por distintas razones, guían la labor educativa.

 

En un esfuerzo por acompañar a los educadores en su gran responsabilidad y acoger esas voces que nos guían, entrevistamos a la Hna. Ma. de Jesús Zamarripa Guardado, quien preside la Confederación Nacional de Escuelas Particulares (https://cnep.org.mx/) desde 2017. Nos interesaba sobre todo escuchar sus consideraciones acerca de tres puntos importantes para comprender el escenario de la educación durante y después de la pandemia de la covid-19: las propuestas que se han impulsado, los principales desafíos que atraviesan los educadores, así como aquello que debería ofrecer toda propuesta comprometida con la educación integral de las personas y atenta a las necesidades de la época que vivimos. A continuación, compartimos la entrevista.

 

Considerando las múltiples respuestas generadas desde el ámbito educativo durante la propagación de esta pandemia ¿cuáles son aquellas que, a su juicio, han favorecido de manera importante el proceso educativo de niños, niñas y jóvenes?

 

Obviamente hay una gran diversidad de experiencias en la educación a distancia. Este momento ha sido, junto con esta modalidad, un factor clave para atender la urgencia educativa. Al principio se centró la atención en buscar la forma de responder mejor y salir adelante de esto que nos sorprendió. Sin embargo, a lo largo del tiempo, tuvimos la oportunidad de emplear muchas herramientas para generar estrategias de aula invertida, por ejemplo, de aprendizaje basado en problemas o casos, así como de trabajo colaborativo. Ello ha ayudado para que se generen comunidades educativas de aprendizaje. Todo esto ya lo veníamos deseando hacer, pero las circunstancias no eran urgentes, ahora sí nos enfrentamos a una urgencia. Entonces pasamos de un modelo tradicional, en el que los docentes daban clase, a uno en el que cada vez más el alumno se está haciendo protagonista.

 

Insisto, son cosas que ya veníamos deseando que sucedieran en la educación. Y este protagonismo de los alumnos se ve, de alguna manera, en el uso adecuado e inteligente de las herramientas que plantea el docente para lograr los objetivos de aprendizaje. Ha habido también -además de este protagonismo de los estudiantes, un poco orillado por la situación-, una especial atención en la formación y asesoría en las nuevas tecnologías, que ya las veníamos empleando, pero no de la manera efectiva como hoy requiere este momento.

 

Así, a través de alianzas, de convenios de colaboración, hemos abierto varios espacios formativos en plataformas y servicios digitales para los colegios. La CNEP en colaboración con universidades, editoriales y asociaciones, dimos un total de 30 webinar solo en el 2º semestre del ciclo escolar 2019-2020 para ayudar a los profesores en esta etapa de adaptación y de modelos híbridos. Entonces el uso de estos espacios y las tecnologías ha hecho que el proceso de enseñanza-aprendizaje se pueda llevar a cabo de la mejor manera posible y distinta a lo anterior que, aunque ya se empleaban de cierta forma, hoy se ha tenido un especial cuidado y para eso ha sido la formación.

 

Esta formación nos ha permitido, además, un mejor uso de la tecnología para favorecer los aprendizajes de los estudiantes, porque no se trata de entretenerlos con un video o tenerlos frente a la televisión, sino de avanzar en su aprendizaje y hacerlo autónomo. No sabemos cuánto tiempo durará esta circunstancia, pero lo valioso de la misma es que nos ha abierto grandes posibilidades para mejorar el trabajo educativo que se ha venido haciendo desde tiempo atrás. En consecuencia, esta situación de pandemia será un parteaguas en la forma de educar, así lo esperamos, así lo estamos viendo y así queremos que se vea en todas nuestras escuelas; romperá la inercia que llevábamos con respecto a los métodos didácticos utilizados hasta hace unos meses, antes de la pandemia.

 

Otra propuesta que hay que considerar, desde una mirada sistémica de lo que está sucediendo, es la solidaridad de las instituciones educativas con la familia. En el sentido de que sabemos que la economía está fracturada y ha repercutido directamente en las familias. En una encuesta que hicimos sobre esta situación, nos dimos cuenta de que un alto porcentaje de las instituciones encuestadas ha otorgado un apoyo económico a los padres de familia. Esto habla de solidaridad, de atención, de escucha a las necesidades y urgencias de los padres de familia. Por muchos motivos y de varias maneras se ha ayudado a los padres, por ejemplo: no cobrando intereses a colegiaturas atrasadas, distribuyendo los pagos de una manera más adecuada, ofreciendo becas a los alumnos, etc. Esto es una propuesta que hace posible que las escuelas puedan continuar con su misión y seguir adelante.

 

Algo que vale la pena subrayar es que no se ha perdido el faro, para nosotros esto es importante: lo que tenemos en el horizonte es la educación integral. No solamente nos interesa que los alumnos aprendan frente a la pantalla o con el celular. Me refiero a aquella dimensión de la persona que tiene que ver con su desarrollo integral. Se han implementado diferentes estrategias para esto. No ha sido fácil. Nos hemos tenido que adaptar rápidamente. Y en esa rapidez lo que urgía era que los educandos aprendieran, pero no solamente interesa eso, sino un acompañamiento de tal manera que el alumno viva esta circunstancia de la manera más amigable, por ejemplo: que le permita crecer, hacer otro tipo de ejercicios, otro tipo de cosas.

 

He tenido la oportunidad de ver algunos videos en los que están los niños haciendo ejercicios y experimentos, eso les ayuda a socializar con su hermanito, con su papá y mamá que le acompañan, demostrando sus aprendizajes; también puede verse el asombro ante sus descubrimientos y hallazgos, a través de una serie de prácticas. Hay otros ejercicios que se llevan a cabo como la danza, la música, en fin, una serie de actividades que les ayudan a desarrollar otros aspectos de su personalidad. No ha sido fácil implementarlo, pero los maestros han tenido ese cuidado, porque en las escuelas promovemos la educación integral y no se puede perder esta dimensión o esta parte de la educación sólo por hacerla a distancia.

 

Todo esto nos está permitiendo “hacer escuela”, eso no es algo que esté en los libros, sino que viene de la realidad, de una realidad difícil, pero que nos ha permitido un esfuerzo para ir construyendo una nueva escuela, en la práctica, a través de la comunicación efectiva. Se ha asumido sobre todo el cuidado de informar, de orientar, a los padres de familia porque ellos también están desempeñando un papel muy importante en el aprendizaje a distancia, para garantizar que sus hijos trabajen de una manera amigable, como dije anteriormente.

 

Desde una mirada prospectiva ante el escenario socioeducativo que vivimos ¿cuáles son los principales desafíos a los que están llamados los educadores?

 

Hay muchos desafíos, en realidad. Yo creo que uno de ellos todavía es el aprecio y la valoración del trabajo del docente, así como el apoyo fundamental de la familia. Todos somos testigos de que vivimos una época en la que, en primer lugar, no se venía valorando el trabajo del maestro, no sé si era menosprecio, pero por lo menos no estaba en el horizonte el rol que tiene el maestro; además, veníamos viviendo una especie de desencuentro entre el maestro y la familia. Hoy esta situación [la propagación de la pandemia] nos ha hecho ver que nos necesitamos, que somos importantes tanto los maestros, así como la familia; esto desde un principio de subsidiariedad: nadie nos estamos supliendo ni debemos hacerlo.

 

Entonces, si bien hemos fortalecido durante este tiempo esta alianza, esta ayuda mutua, todavía hay una agenda pendiente. Creo que es un reto que necesitamos trabajar: educarnos, aprender a complementarnos en el aprendizaje de los niños, en el uso de la tecnología. Una cosa es que los maestros usen la tecnología para acompañar el aprendizaje y otra cosa es que los papás apoyen, incluso en lo más básico: cómo conectarse, cómo prender la cámara, entre otras formas de acompañamiento. Creo que todavía necesitamos trabajarlo más.

 

Otro reto que considero pendiente y que tenemos enfrente es el de la normalización del uso de las herramientas digitales, así como aprender a hacer un uso adecuado, eficiente, inteligente de las mismas, porque ha habido como un cierto “choque”. Por ejemplo, sobre todo en la educación media superior, los jóvenes se han sentido invadidos desde que se empezó a usar su teléfono para los aprendizajes, porque antes era un dispositivo de uso personal y privado, pero ahora lo tienen que emplear para la escuela, para aprender. Entonces ¿cómo trabajar esto y ponerlo en su justo lugar? Ya San Ignacio de Loyola nos dice que todo ha sido creado como un medio para ayudar a que el ser humano alcance su último fin. Yo creo que aquí se ubica el uso de las herramientas, son medios que nos ayudan o nos deben ayudar a crecer, pero aprender a ubicarlos como lo que son: medios. Todavía necesitamos un trabajo más consistente y consciente por parte de todos los actores, entre los que están los alumnos, los profesores y la familia.

 

Se ha dado el caso también de que todo el tiempo estamos sobresaturados por el uso, no sé si excesivo de las tecnologías de la información y la comunicación, pero estamos todo el día en la computadora y en el celular. Creo que hay una medida: reconozcámoslos como medios. En fin, creo que todavía necesitamos aprender a ubicarlos como tales y preguntarnos: ¿cuál es el fin? ¿qué queremos lograr? Y desde ahí saber usar esa tecnología.

 

Otro desafío es el de la salud socioemocional. En una reunión que tuve hace unos días platicábamos que hay niños tristes, solos, cansados. Es una parte que debe importarnos. Y no sólo en los alumnos, sino en los padres de familia. Muchos padres han sentido, por ejemplo, que se les ha sobrecargado el trabajo y que ellos hacen lo que deben hacer los maestros, pero no es así. Por eso necesitamos trabajar la colaboración, la solidaridad, el entendimiento de lo que está sucediendo. Esto puede ser complicado, porque es la parte humana, delicada y sensible que tenemos que atender. Es un reto con muchas aristas.

 

Un desafío también importante es el del proceso de enseñanza-aprendizaje post pandemia. En este tiempo ya encendimos motores, ya vamos avanzando, con todo y los retos y las tareas que están quedando pendientes, pero será una tentación querer volver a la escuela de antes, una vez que pase la pandemia. Esto sería como una traición a la historia y a lo que hemos construido. Entonces ¿cómo seguir trabajando los procesos de enseñanza-aprendizaje con esto que hemos aprendido durante la pandemia? Es un reto importante que deberíamos ya empezar a diseñar: cómo será la escuela, cómo serán los procesos en la escuela del futuro. También la adaptación de las instituciones educativas, considerando que los recursos son limitados, pero necesitamos adecuarnos, si no tendremos como “camisas de fuerza” y, de alguna manera, nos obligarán a volver a las prácticas pasadas. Ciertamente hay muchos desafíos, pero me parece que estos nos urgen a trabajar y a diseñar estrategias.

 

¿Qué debería ofrecer una propuesta comprometida con la educación integral de las personas y atenta a las necesidades de los tiempos?

 

Indudablemente una educación integral y socialmente responsable. Es necesario no cesar en el esfuerzo de educar de manera integral con enfoque humanista y transformador. Por lo menos en las escuelas afiliadas a la Confederación esta es la apuesta. Seguimos trabajando aún en medio de dificultades, de incertidumbres y de todo lo que ha causado la pandemia. Pero no hemos claudicado en este propósito que tenemos en las escuelas afiliadas a la Confederación. El reto es grande, sí. Pero debemos ofrecer proyectos educativos que permitan a los jóvenes comprender su entorno, necesitamos educar para servir a la comunidad: sentirnos y ser comunidad. También educarnos para servir a la comunidad que está afuera, no solamente a la que se enmarca en las cuatro paredes de la escuela. Este es un impulso que está haciendo el Papa Francisco cuando habla de “escuelas en salida”: retomar esa orientación del Papa y trabajar por educar para servir.

 

Así, es valioso generar propuestas de carácter colaborativo, hacer posible un trabajo de este tipo en la comunidad, aún en la distancia, en el aislamiento se pueden hacer muchas cosas, por eso es importante ser creativos y romper muchos esquemas para dar este giro a la escuela. No podemos permitir que esta distancia que está provocando la pandemia nos lleve a olvidarnos del otro, mucho menos a olvidarnos de los más pobres: los indígenas, los campesinos; no pueden seguir en el olvido. Entonces diría que esta propuesta, para que resulte, tiene que ser planificada, debe tener una intencionalidad, no puede ser eventual o por una necesidad de un grupo. Recuerdo que anteriormente el servicio social de los alumnos de preparatoria era pensando casi exclusivamente en su propio desarrollo, pero ahora esto debe tener otra intención. Debe servir también para el otro, porque el otro no puede ser un “experimento de laboratorio”. Reitero: es necesario pensar, planificar, tener una intencionalidad clara. Desde luego que necesitamos crecer quienes servimos, pero en la lógica de que el otro es persona y este encuentro debe favorecer a todos los que participan.

 

Por eso cada propuesta, por muy sencilla que sea, debe ser planificada. Hay muchas formas y metodologías. Desde la Oficina Internacional de la Educación Católica (OIEC) nos han invitado a participar en un proyecto que se llama “Yo puedo”, basado en el método de las comunidades eclesiales de base que hablan de ver la realidad, juzgarla y actuar. Es muy importante sentirse parte de lo que está pasando, imaginar respuestas, actuar y compartir. Esto es clave para servir a la comunidad. Esto implica una buena planeación y comunicación, también una mirada actualizada, de cara al futuro. Hay muchas tentaciones de regresar a esquemas anteriores pero espero que el sufirimiento, que el dolor que ahora vivimos por la pandemia, nos impulse al futuro, que no sea una regresión o un añorar el pasado, sino una oportunidad para encaminarnos al futuro. Nuestras propuestas tendrán que ser más humanizadas, generosas, solidarias.

 

A partir del llamado que hace el Papa Francisco para conformar un Pacto Educativo global ¿de qué manera cada comunidad educativa puede verse convocada?

 

Con base en lo que nosotros hemos venido trabajando, puedo decir que se han organizado grupos de reflexión que buscan crear consciencia de la necesidad de un pacto educativo. Así, la CNEP tiene el interés y el deseo de trabajar por el pacto educativo. Hay muchos actores. En estos momentos no podemos decir “somos tan diferentes que no podemos trabajar juntos”. No hay pretexto. El Papa Francisco nos está invitando a hacer este pacto. En los grupos de reflexión en los que hemos participado, hay quienes hablan de la articulación entre actores políticos, sociales, entre otros agentes educativos; notar la afinidad que tenemos para colaborar y ampliar las posibilidades para trabajar juntos. Antes buscábamos puntos en común pensando sólo en la escuela, pero hoy tenemos que trabajar por el medio ambiente, por los Derechos Humanos, por la paz. Y de esa manera se suman más actores.

 

Sin embargo, una reflexión que surgió en esos grupos fue la siguiente: para hablar de un pacto necesitamos empezar desde abajo y de manera horizontal. ¿Qué quiere decir esto? En las escuelas, por ejemplo, lo más cercano son maestros, alumnos y padres de familia ¿qué tanta empatía podemos lograr o ya tenemos, trabajamos y sentimos, para empezar a crear esos lazos y ese encuentro del que habla el Papa? Eso es empezar a trabajar desde abajo y horizontalmente. Próximamente realizaremos nuestro XVI Congreso Nacional de Educación y precisamente lo hemos llamado “Pacto educativo y re-evolución educativa” (https://n9.cl/7tkug). Lo que queremos es sensibilizar a las comunidades educativas para responder a ese llamado. También por eso estamos a la expectativa del Pacto que se firmará el 15 de octubre (https://n9.cl/60adg). Claro que ya hay un documento muy bueno acerca del Pacto Educativo, el Instrumentum Laboris (https://n9.cl/mceer) en el que podemos encontrar pautas de trabajo. Y, bueno, ahora que el evento del Pacto Educativo será transmitido en línea, tendremos la oportunidad de participar. Seguramente será algo que impactará al mundo e invitará a trabajar de manera conjunta entre todos los sectores sociales, educativos, económicos, entre otros.

 

 

 

Referencias bibliográficas

 

  • Zambrano, M. (2013). Filosofía y educación: la realidad. En Zambrano, M., Sánchez-Gey Venegas, J. y Casado Marcos de León, Á. (2013). María Zambrano: filosofía y educación: manuscritos. ECU. https://elibro.net/es/lc/bibliouaq/titulos/113666 “Filosofía y educación: la realidad”