Lo ilógico en lo político

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Por José Roberto Pacheco-Montes.

 

Ante el advenimiento de elecciones presidenciales del próximo junio del 2024, es importante reflexionar dónde estamos parados los mexicanos. No sólo los logros o fracasos de nuestros gobernantes son importantes para este análisis, sino observar todo aquello que rodea a los movimientos políticos, principalmente, las personas que están detrás de puestos de poder y que aspiran a uno más alto. En este sentido, sería pretensioso conocer a detalle quiénes son dichos aspirantes, pero en su discurso y el de sus seguidores podemos hallar algunas notas características de aquello que buscan y son: racionales o irracionales. Y es que a raíz de que las críticas políticas al actual gobierno han sido catalogadas, por el presidente de México, como politiquería, debemos detenernos a pensar cómo se determina lo politiquero, de la crítica genuina, un logro esperado, de un logro contrastado, un buen gobierno, de uno malo, etc.

 

Sin embargo, esas preguntas podríamos dejárselas a los especialistas en las ciencias políticas. Por ahora, sólo me interesa detenerme en los discursos que invaden el día a día de los mexicanos. Y es que si bien hablar de política siempre ha sido propicio para el conflicto, actualmente vemos bandos muy marcados: por un lado, los defensores acérrimos del actual gobierno; y, por otro lado, aquellos que están en total desacuerdo de su gestión. Pero, lastimosamente, estos polos opuestos padecen la misma enfermedad, defender sus intereses a través de la irracionalidad. La vida política en México se ha convertido en una batalla de hinchadas (muy al estilo futbolístico), donde poco importa lo que se juegue, lo importante es que se gane; y como en la guerra y en el amor todo se vale, en lo político se usa el razonar mal. Pero veamos esto más de cerca.

 

Si uno decidiese abrir un manual de lógica del bachillerato, sea en este caso, por ejemplo, el de Irving Copi (2013), encontraríamos una serie de estructuras para el buen razonamiento: variables que al ser sustituidas por información preservasen la verdad. Y, además, en esos mismos manuales vienen ejemplos de razonamientos incorrectos, llamados falacias, que debemos evitar, pues llevarían a conclusiones sin ningún rigor. En este sentido, las falacias son un falso amigo, pues encubren nuestros prejuicios, no ponen a prueba nuestras creencias y, sobre todo, muchas veces logran convencer al público por las habilidades retóricas que hay detrás. Para ilustrar lo anterior, tomemos como ejemplo los resultados educativos de la prueba Pisa dados a conocer este diciembre del 2023. En ellos podemos notar que existe un rezago educativo alarmante en nuestro país. Pero, estas pruebas tienen un trasfondo sin precedentes, como lo fue la pandemia por Covid-19, el cambio de gobierno (que no incluye sólo un cambio de partido, sino de visión política), limitantes tecnológicas de las escuelas, etc. Aun así, algunos defensores del actual gobierno atribuyen que la causa principal de este dato es por la pandemia. Afirmación que dan a modo de intuición (pues suena coherente) pero de la cual no tienen datos que así lo concluyan (si es que se puede lograr, pues a lo mucho podría buscarse correlaciones, mas no causalidades). Hacen recurso de una falacia de causa falsa (Post ergo propter hoc). Peor aún, en la mañanera del 6 de diciembre del año en curso, el presidente de México afirmó que los datos de la prueba no le interesan, que no los toma en cuenta porque se crearon en la época del neoliberalismo. Rastreando las implicaciones de esta frase, podemos decir que el argumento va así:

 

Primer argumento:

  1. Si algo está malhecho, entonces no lo tomamos en cuenta.
  2. La prueba Pisa está mal hecha.
  3. Por tanto, no la tomamos en cuenta.

 

Aquí, el argumento empleado es un Modus Ponens  (en notación lógica se vería así: ((P Q) ^ P) Q); una estructura lógica válida. Sin embargo, como se puede ver en el desarrollo de la lógica (Cfr. Kneale y Keale, 1972) dada la validez de un argumento, tenemos que verificar la verdad de sus premisas. Entonces, la pregunta obligada es, ¿cómo se sabe que está mal hecha la prueba? Y aquí es donde empiezan los problemas. El argumento que da soporte al primero, parece utilizar una estructura similar a éste, pero difieren en la segunda premisa; dando como resultado una falacia de afirmación del consecuente (en notación lógica se vería así: ((P Q) ^ Q) P):

 

  1. Si algo está malhecho, entonces pertenece a la época del neoliberalismo.
  2. La prueba Pisa pertenece a la época del neoliberalismo.
  3. Por lo tanto, la prueba Pisa está malhecha.

 

Para ver con claridad el error, ocupemos un contraargumento simple; que muestre las carencias de la estructura.

 

  1. Si estás embarazada, entonces sientes náuseas.
  2. Mi prima de cinco años siente náuseas.
  3. Por tanto, mi prima de cinco años está embarazada.

 

Como ahora ya es notorio, no podemos decir entonces que algo hecho en el neoliberalismo es malo sólo porque pertenece a esa época. Eso evidencia el prejuicio a una corriente de pensamiento específica. ¿La prueba Pisa puede se errada? Quizá sí, pero las razones no descansan porque pertenezcan a un movimiento en específico. Además, la oposición al gobierno, tampoco se salva de estas prácticas. Usando este mismo evento se ha llegado a especular que el fracaso en esta prueba es exclusivamente del actual gobierno; nuevamente una falacia de causa falsa. Afirmar algo así es difícil de demostrar, la coexistencia en el tiempo no implica causalidad (algo que Hume notó con completa lucidez). Pero a todo ello, ¿por qué esto representa un problema a los mexicanos? Bueno, como se ve en Castro-Manzano et al. (2018), la exposición a falacias sugiere la aceptación de estas. Es decir, se introyectan tanto en los discursos a los cuales accedemos desde nuestras redes sociales, y adoptamos esas prácticas, las convertimos en hábitos. Estar expuestos a la irracionalidad, en cierta medida nos contagia de la misma. Sin ir más lejos, observemos en nuestro timeline los comentarios a este tipo de noticias y veamos como las discusiones se tornan ofensivas: apelando a características ideológicas, generando apodos, amenazas, tergiversaciones de ideas, etc.

 

Conclusión

 

            Para finalizar esta breve exposición, no me gustaría centrarme en concluir si algunos son más irracionales que otros, si algunos son mejor opción, o algo por el estilo. Más bien, repensemos la idea del ciudadano comprometido en lo político como alguien que conscientemente busca erradicar lo ilógico de lo político. Lo que se pone en juego en la política no es el ganador del bando al que pertenezco. Sino que lo que está en vilo es el devenir de nuestra calidad de vida, nuestra seguridad y la preservación del planeta, la oportunidad de eliminar desigualdades, etc. De tal modo que la exigencia debe ser alta para aquellos que buscan gobernar. Permitir que lo ilógico sea su recurso para movilizar masas, sólo indica, al menos, dos cosas: o que desconocen los modos básicos de argumentación (y la carencia de pensamiento crítico es de alarmarnos) o que conscientemente buscan mentirnos (y eso es de miserables).

 


 

Referencias Bibliográficas

Castro-Manzano, J. M., Reyes-Meza, V., Pacheco-Montes, J. R. y Pérez, C. (2018). «Inferential habits and irrationality risks. A preliminary study». En La unidad del viviente desde un enfoque interdisciplinario: Del origen de la vida a la generación de hábitos. México: Tirant Humanidades

Copi, I. y Cohen, C. (2013). Introducción a la lógica. México: Limusa.

Kneale, W. y Kneale, M. (1972). El desarrollo de la lógica. Madrid: Tecnos.