Por José Enrique Gómez Álvarez
El objetivo de esta nota es plantear una reflexión filosófica sobre la pandemia al cumplirse ya un año de la misma. Ésta no sólo pone en dificultades los recursos sanitarios disponibles debido que:
… produce no sólo un impacto en la salud y la vida, sino que pone en cuestión el tenso límite entre el bienestar general y los derechos individuales, las diversas formas en que puede verse afectado el orden democrático y, de modo concomitante, nuestras concepciones sobre la justicia, la igualdad, y la libertad, entre muchos otros tópicos, que van más allá de la “tiranía de lo urgente” y que nos invitan a pensar, desde la filosofía, en cuestiones estructurales (UNESCO, 2020: s.p.).
Aunque hay muchos temas que se podrían analizar desde la Filosofía, aquí propongo algunas categorías que me parece complementan a las señaladas en la cita anterior: “soledad/acompañamiento, precio/valor, pérdida/permanencia, descuido/solidaridad y hedonismo/sacrificio. Estas categorías pueden resaltarse a partir de las vivencias y el parecer de muchas personas que han vivido la pandemia. Se manifiestan en dualidad y, por así decirlo, son el valor y el anti valor respectivo.
Soledad/acompañamiento
La soledad como tal no es estar solo o acompañado, es el percibirse aislado de las voluntades de las demás personas. Implica que se piensa que las voluntades de los demás no pueden o quieren interconectarse con la voluntad de uno en algún asunto o finalidad. Por lo que la soledad es la pérdida de la suma de voluntades y cuando las personas se sienten solas, se sienten aisladas del esfuerzo conjunto.
Es verdad que la soledad puede detonarse cuando no hay personas alrededor de uno, pero no es condición necesaria, Los ascetas son ejemplo de ese aislamiento. No obstante una pregunta que surge en este ejemplo es ¿se sienten realmente solos? Los ascetas, al menos en algunas religiones, consideran que están unidos a un Absoluto lo que hace que en realidad no se encuentren en soledad.
Este mismo cuestionamiento podríamos trasladarlo a la situación de personas con Covid. El aislamiento social que ha producido la pandemia se ha constituido en un detonador de la soledad, es verdad que la tecnología intenta paliar la necesidad de comunicación y permanencia de sentido de comunidad (estar acompañado) de los pacientes aislados, pero:
A este respecto cabe destacar que los profesionales que acceden a la habitación, además de limitar su interacción con el paciente para disminuir las posibilidades de contagio, deben llevar un equipo de protección que incluye bata, mascarilla, guantes y protección ocular. Este hecho les impide ofrecer la proximidad y el apoyo emocional necesario en un momento de extremada delicadeza. El personal sanitario no puede reemplazar la figura de un familiar y, además, la sobrecarga de trabajo que pueden experimentar en momentos de máxima afluencia de pacientes impide que puedan hacer un acompañamiento adecuado a las personas atendidas (Consuegra y Fernández, 2020: 84-85).
El sentirse acompañados es, por paradójico que suene, una situación que también se ha despuntado durante ya una pandemia prolongada: las personas se dan cuentan que acompañan y son acompañadas. De nuevo no es “el estar a lado de alguien”, sino el descubrirse vinculados en propósitos y fines. En pocas palabras se ha disparado la dicotomía soledad-acompañamiento independientemente del grado de aislamiento físico de las personas.
Precio/valor
Otro elemento que se ha presentado en la pandemia Covid 19 es la distinción entre precio y valor: tiene un precio vivir, sobrevivir o morir por el Covid. Los costes económicos son enormes, pero al mismo tiempo sale el valor de las cosas: la vida humana, por ejemplo, no tiene precio. Las pérdida generadas son insustituibles. Es verdad que la estadísticas como tales obscurecen el valor y hacen énfasis en el precio, pero las historias personales han resaltado de nuevo el drama de la vulnerabilidad de la vida humana: pobres o ricos han muerto ante el virus y debido a la notoriedad del mismo nos ha mostrado que esas pérdidas son inconmensurables.
Pérdida/permanencia
Otra categoría que sugiero es la de permanencia en el cambio: permanencia de lo humano frente a lo efímero de lo tecnológico. Con lo anterior se hace presente la contingencia humana y en general la del mundo. Las cosas, nuestra propia cultura y sociedades nos dan cierta ilusión de permanencia, no obstante la pandemia ha mostrado lo frágil qué es y cómo puede perderse lo que parece sólido. Sin embargo, también ha mostrado la permanencia de lo humano a pesar de los cambios. La tendencia humana a construir y mantener lo que considera valioso e irrenunciable. Ejemplo de lo anterior son las manifestaciones culturales, como los conciertos y recitales en línea, las conferencias y pláticas, los coloquios y diversas actividades que han sido adaptadas a las circunstancias conocidas de guardar distancia. La pandemia ha mostrado esa dualidad.
Descuido y solidaridad.
Por otra parte, los humanos (sobre todo a partir de la Modernidad) hemos defendido la libertad individual como un valor fundamental de nuestras sociedades occidentales. La pandemia ha generado que nos cuestionemos tanto en las instituciones como a título individual los límites y alcances de la misma. A nivel personal se genera la actitud de sobreponer ese derecho a los demás, en donde se ha manifestado el descuido: mi libertad está encima de los intereses generales. Por otra parte, se ha hecho manifiesto reconocer que debemos, al menos temporalmente, renunciar a nuestros intereses privados y limitar nuestra movilidad y comodidad. Se ha distinguido que para enfrentar estas emergencias generales debemos ser solidarios. Ser solidario es ser empático a las necesidades de los demás y reconocer que el bien humano no se consigue sólo por el esfuerzo individual sino que se necesita de la voluntad de las demás personas.
Hedonismo/Sacrificio
El Estado de bienestar, aunque no haya llegado como es sabido a todas las personas, ha sido aspiración de las sociedades contemporáneas. El bienestar se entiende como el acceso (a lo placentero) a diversos bienes de consumo tangibles e intangibles y se constituye en un modo de vivir casi connatural a las sociedades capitalistas. Ese bienestar ha chocado con la necesidad de proteger con el sacrificio esos mismos bienes y otros más fundamentales como la vida misma. Nos hemos visto obligados a identificar cuáles son las necesidades verdaderas de las aparentes y de cómo el sentido de la vida no se deriva del consumo hedonista a pesar de lo arraigado que tengamos esos hábitos.
Conclusión
La pandemia nos ha forzado a hacer un alto en nuestro ritmo de vida y reconsiderar de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.
Las categorías anteriormente presentadas son eso: categorías para pensar sobre lo que debemos aspirar, lo que debemos conservar, lo que no es indispensable en la vida humana y, sobre todo, cómo se debe conservar y jerarquizar los bienes humanos.
Referencias
Consuegra-Fernández, M. Fernández-Trujillo, A. (2020). La soledad de los pacientes con COVID-19 al final de sus vidas. Revista Bioética y Derecho; 50, 81-98. Recuperado de: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1886-58872020000300006
UNESCO (2020). Filosofía y pandemia. Recuperado de: https://es.unesco.org/news/filosofia-y-pandemia