Salvemos la democracia

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Por Cristóbal Barreto

 

Salvemos la democracia. Para entender la política hoy. Libro de la autoría del filósofo español Marcelo López Cambronero, publicado por la editorial Encuentro, Madrid, al inicio de este año. Con el texto, el autor nos quiere decir que seguir con libertades que se viven en un régimen democrático es una tarea colectiva, un trabajo conjunto, una acción de muchos y es permanente. Dejar la tarea de cuidar la democracia a los políticos y sus partidos, a los líderes que se interesan en política y a los gobernantes no es suficiente, los ciudadanos debemos involucrarnos para evitar que los intentos de minarla, erosionarla o derruirla prosperen. La democracia no es como el agua de la llave que está disponible todo el tiempo al abrir el grifo, cita Denise Dresser (2023) en alusión a la concepción de Anne Applebaum.

El título y el subtítulo resumen muy bien el contenido del libro: salvemos la democracia de los autócratas, de los tiranos y de los que desean acumular poder a nombre del pueblo. Para entender la política hoy, hay que mirarla con los elementos de nuestro tiempo, no con los del pasado, no con categorías del siglo XX y mucho menos del siglo XIX, o peor queriendo traer las prácticas democráticas de griegos o romanas de hace más de dos mil años al presente.

El texto viene a enriquecer la literatura que se ha publicado para comprender la complejidad de la democracia del siglo XXI, lo que suma a lo reflexionado, solo por citar algunos autores, por Steven Levinsky y Daniel Ziblat (2018), Cómo mueren las democracias; John Keane, Vida y muerte de la democracia; Ece Telmekuran (2019), Cómo perder un país; Martha Nussbaum (2019), La monarquía del miedo; Daniel Innerarity (2020), Teoría de la democracia compleja; Pierre Rosanvalon (2020), El siglo del populismo; Moisés Naim (2021), La revancha de los poderosos; Anne Applebaum (2021), El ocaso de la democracia; y Adam Przeworski (2022), La crisis de la democracia.

El libro se compone de los siguientes capítulos: Tiempo, política y entropía; Entropía y control social; Controlar el espacio y el tiempo; La democracia; y Construir el futuro.

En la introducción explica lo que lo motivó a escribirlo: “la conciencia clara de que habíamos acabado por ser incapaces de comprender la democracia, al menos tal y como se presenta en la actualidad.” Y que “había descubierto que hablamos sobe política sirviéndonos de moldes que resultan ya inservibles y que complican la comprensión en lugar de ayudarla.” Moldes que “no sirven para explicar sistemas políticos sacudidos por la revolución cultural nihilista, la evolución tecnológica, el incremento desmedido de las capacidades de control y, sobre todo, los horizontes de poder que cada individuo tiene delante de sí y que exige ampliar.”

Por tanto, de esta reflexión, de la manera como no se había abordado, “nació la comprensión de las democracias como sistemas de gestión y reparto del poder”. En esta tónica afirma siguiendo la línea de pensamiento de Benjamin Constant, “el pueblo no gobierna y no quiere gobernar, pero sí quiere acaparar cada vez más y más poder”.

Con estas premisas, dice el autor, no es útil hablar de elecciones periódicas y de la representación de los partidos, sino, mirar con un nuevo esquema y nuevas categorías acordes a nuestro tiempo, condición y contexto cultural que ayuden a esa comprensión. En esta lógica se debe tener en cuenta que, “el ciudadano transforma el poder político en poder vital”, que en la práctica consiste “en la ampliación (o reducción) de las capacidades de acción de los individuos.”

Frente a este entramado, que por un lado expresa la ampliación de libertades y por otro la fuerza del Estado con su control, difusión y propaganda que determina conversaciones, sentimientos, estímulos y deseos, es necesario buscar respuestas en otros espacios que ayuden a dicha comprensión. El autor las busca en la Química, para tal efecto toma como referencia los experimentos que llevó a cabo el Premio Nobel Ilya Prigogine, porque ofrece una aproximación “para explicar los cambios que acontecen en los organismos vivos, en las ciudades y en las sociedades.” Si bien genera incertidumbre este lance, pide al lector se abra a nuevas ideas que lleven a considerar las distintas posibilidades en que pueden derivar los sistemas sociales, como la democracia, y localizar ideas para el entendimiento de lo que pasa en la sociedad de nuestro tiempo.

En consecuencia, escribe, “de la unión entre una determinada teoría del poder y la visión del dinamismo de la realidad que mostraba Prigogine en su investigación, nació poco a poco la concepción de la democracia, del reparto del poder y de la estructura de nuestras sociedades…”

Las palabras claves en el texto para entender la política hoy son: entropía, caos, tiempo, conflicto, gradientes, poder, determinismo, mercantilismo, derechos, libertades, participación y democracia.

Como se lee, es una amplia gama de palabras, diversas y difíciles de conectar, pero si se sigue el hilo que plantea el autor se caerá en cuenta que no es así, que es accesible la comprensión y que se tiene frente a sí una explicación distinta a las que normalmente hemos leído cuando abordamos estos temas.

El método que utiliza para discernir el presente es el de la Termodinámica, y en concreto su segunda ley que dice, “la entropía siempre tiende a crecer” y, en consecuencia, “si todos los procesos producen inevitablemente una pérdida de energía residual es una cuestión de sentarse a esperar… a que la energía … se vuelva toda residual, inútil para el mantenimiento de los procesos o para el inicio de otros nuevos”. Por su parte, “la entropía… (que es) un aumento progresivo del caos”, se hace presente en la naturaleza cuando no hay intervención, por lo que éste tenderá a aumentar y será al máximo.

Para ilustrar este pasaje recurre a varios ejemplos, como el siguiente: si un pedazo de jardín se descuida, a lo largo del tiempo aparecerá maleza que competirá con el pasto hasta llegar al máximo de caos y desorden en la que germinarán todo tipo de semillas que competirán entre sí para ocupar todo el espacio posible.

Por lo que, en cualquier omisión, falta de atención o participación, “si dejamos de intervenir solo por unos días se hará presente el caos” y como tal “el caos crece, y como buen caos, no lo hace de manera lineal, sino de forma caótica”.

¿Qué significa todo esto para la sociedad, para la política, para la democracia, para nosotros mismos como personas? ¿Cómo nos ayuda a comprender la política, la democracia, nuestro nivel de participación ciudadana?

Ningún momento histórico ni la política es igual al otro que le antecedió, porque no hay reversibilidad en el tiempo, en la historia o en las formas de gobierno. Reconocer que la sociedad no es estática, sino lo contrario, dinámica, en constate cambio, y que la del presente es distinta a la de finales del siglo XX, como ésta de la mitad de dicho siglo o de cualquiera previo. Lo mismo sucede en la política, las demandas de hoy son distintas a las de ayer. Por su parte, los políticos en el ejercicio de gobierno aplican políticas públicas acordes a las demandas, necesidades y deseos de la sociedad de su tiempo. En consecuencia, los conflictos sociales, las disputas políticas, los derechos y las libertades van acordes a un tiempo y momento histórico.

En la sociedad del presente, que es una sociedad dinámica, con conflictos, desigual, saturada de deseos, con demandas sociales y ampliación de libertades, es muy distinta a la de Atenas o a la de Roma. A pesar de ello algunos políticos en aras de ganar votos, simpatías y popularidad se atreven a ofrecer una democracia asamblearia o directa como lo practicaron los griegos, desconociendo el tiempo y las salvedades aplicadas. Los derechos y libertades de los griegos y romanos fueron reconocidas mejores en comparación con otras culturas previas y algunas posteriores, pero las de ellos son menores a las que nosotros gozamos, como el derecho al voto y ser votada de las mujeres, a ser libres desde que se hace (no hay esclavos), a recibir educación y atención a la salud por parte del Estado, por citar solo tres diferencias notorias.

Esta descripción de la dinámica y las distintas expresiones de los deseos de la sociedad de cada momento histórico, sirve para decir que no hay algo permanente en el tiempo ni determinado hacia dónde van a ir los derechos o las libertades, o que un mismo partido político va a triunfar en las distintas elecciones que compita, o que el político será querido todo el tiempo, o que el gobernante será popular mientras gobierna. El determinismo con que se educó en la mayor parte de la modernidad y que todavía se usa no es correcto, está equivocado, porque si el futuro estuviera prestablecido no tendría caso hablar de política, dice el autor.

Los políticos del presente ofrecen en sus campañas satisfacer deseos asociados a las cosas materiales y que en muchos casos los ciudadanos aceptan a cambio de ceder sus libertades. Los candidatos para convencer a los electores apelan al mercantilismo, a las emociones, a la ampliación de derechos, entre otras cosas. Este es el caso de los políticos que aspiran a la acumulación de poder, “dame tu libertad y yo te haré rico”, cita el autor la frase del periodista ruso Keith Gessen. Otros políticos ofrecen acabar con el conflicto, lograr una sociedad homogénea, donde las diferencias de opinión, preferencia política queden apagadas, segregadas o excluidas, como si esto fuera posible en nuestra diversidad cultural, social y de pensamiento.

Para los ciudadanos tentados por las mejoras materiales tendrían que saber que la democracia no es la clave del crecimiento económico, lo dicen algunos teóricos y estudios del Banco Interamericano de Desarrollo como el realizado por Julia Ruiz Pozuelo y otros (2016), cita el autor y que suena a un lance de desánimo para quienes esperan que la democracia resuelva los problemas de la pobreza y la desigualdad. La democracia, en su opinión, es una forma de gestionar y distribuir el poder que conlleva a reconocer las libertades de la persona.

Los ciudadanos, los de cada país y régimen democrático, para salvar la democracia tendríamos que tener presente y claro todo el tiempo que no podemos dejar de actuar, de participar y de ceder nuestros derechos políticos, nuestra parte de poder individual al Estado o a un político en concreto. El político y su gobierno lo que quieren es más poder, que alcanzan a cambio de nuestra cesión de libertades civiles, y a cambio nos ofrecen menos conflictos y más satisfactores privados. En nuestra sociedad, muy mercantilizada, donde todo se mide, el tiempo se mide en dinero, esto es posible porque hay una sociedad estimulada, orientada por la propaganda al deseo de la acumulación de bienes materiales.

De nuestra participación, de nuestro involucramiento, de nuestro conocimiento depende salvar la democracia de aquellos que dicen se ocuparán de ella ofreciéndonos a cambio mejoras económicas, más derechos y de acabar con los conflictos sociales.

Debemos tener claro que cuando el Estado se vuelve más fuerte, nosotros, los ciudadanos, perdemos poder, perdemos capacidad de gestionar nuestros problemas comunitarios. Cuando esto sucede es más fácil que el Estado nos imponga una línea de pensamiento, es más probable que perdamos derechos como a la información, a la rendición de cuentas, de derechos humanos, entre otros.

Salvar la democracia en nuestro tiempo en que abundan los partidos y políticos que nos ofrecen ampliación de derechos a cambio de nuestras libertades, no es fácil. Para evitar caer en esas tentaciones debemos comprender que la democracia es una forma de gestionar y repartir el poder y que debemos participar y ser conscientes de nuestros derechos y obligaciones frente a los demás. Mientras no asumamos estas ideas, nuestras libertades y la democracia como forma de gobierno estarán en riesgo.

 


Referencias bibliográficas

  • Applebaum A. (2021), El ocaso de la democracia, México, Debate, pp. 194.
  • Dresser, D. (2023), Agua de la llave, Reforma, 27/02/2023/, https://n9.cl/m20je.
  • Innirerarity D. (2020), Una teoría de la democracia compleja, Barcelona, Galaxia Gutenberg, pp 446.
  • Keane J. (2018) Vida y muerte de la democracia, México, FCE, pp. 909.
  • Levinsky S. y D. Ziblat (2018), Cómo mueren las democracias, México, Ariel, pp. 335
  • Rosanvallon P. (2020), El siglo del populismo, Barcelona, Galaxia Gutenberg, pp. 264.
  • Nussbaum M.C. (2019), La monarquía del miedo, España, Paidós, pp. 303.
  • Naím M. (2022), La revancha de los poderosos, Debate, pp. 368.
  • Przeworski A. (2022), La crisis de la democracia, México, Siglo XXI, pp. 239.
  • Ruiz Pozuelo J., Slipowitz A. y Vuletin G. (2016), Democracy Does Cause Growth, IDB Working Paper Serie, Washington. https://n9.cl/4r34f.