Ciudades vulnerables

Por Cristóbal Barreto.

Ciudades vulnerables. Los daños por desastres que padecen con mayor frecuencia los habitantes de las ciudades, en especial los más pobres y vulnerables, evidencian la falta de sensibilidad de los gobernantes.

 

Los políticos están más interesados y ocupados en atender su agenda personal de popularidad, aprobación o económica, que en ocuparse en el diseño y aplicación de políticas públicas profesionales que atiendan las causas previsibles de dichos desastres.

Urbanistas, geógrafos, ambientalistas y muchos otros profesionistas y ciudadanos comunes pugnan porque haya cada vez más planeación profesional para las ciudades y menos intereses económicos, coyunturas e improvisaciones. Los políticos, por su parte, en lugar de atender este llamado y actuar con responsabilidad ética se guían por sus agendas personales con miras a la popularidad, aprobación y no pocas veces a la rentabilidad económica. Este proceder en la mayor parte del mundo ha traído crecimientos urbanos en zonas de riesgo, reservas naturales y sin los espacios adecuados para el equipamiento de los servicios que se deben ofrecer a los habitantes.

Tanto el cambio climático, los sismos, la contaminación y falta de servicios, entre otros problemas, ha puesto en evidencia las políticas públicas que se han impulsado en ciudades de países desarrollados, en vías de desarrollo y no se diga en los pobres. Los incendios forestales que llegan a las ciudades, los decesos en cantidades no registradas anteriormente por golpes de calor, las inundaciones en ciudades por falta de drenaje con la capacidad para la cantidad de población que reside en la zona o por invasión a cauces de ríos o lagunas, o en las portuarias por aumento del nivel del mar. La mayoría de ellos previsibles, no son atendidos porque privan los intereses económicos, políticos o ideológicos.

Este tipo de desastres se han escenificado en Europa, Asia, Estados Unidos, América Latina y África. Por citar unos pocos a manera de recordatorio, las inundaciones que han sufrido importantes ciudades de Europa en lo que va de este siglo XXI, los deslaves que sepultan poblaciones en India, China o Bangladés, los incendios forestales que llegan a zonas urbanas en Estados Unidos, las inundaciones de ciudades costeras o del centro de México y, por supuesto, en este país y muchos otros los sismos que ponen en evidencian la violación a las reglas de construcción, inundaciones y sequías que se presentan en África. El común denominador, la falta de atención a la reglamentación urbana para respetar zonas de reserva, cauces de ríos y lagunas, sobrepoblación y sobre explotación de bosques, selvas, fauna y mantos freáticos.

Quienes más sufren de estas condiciones, por lo general son los pobres de las ciudades. Sus residencias se ubican en las periferias, que muchas veces son zonas de riesgo por encontrarse en los cauces de ríos, cañadas, zonas industriales, desembocadura de canales de desagüe o al ser reserva ecológica; o en el centro de la ciudad donde sus viviendas ya con pocos servicios y mantenimiento encuentran poca resistencia a los desastres naturales: sismos, huracanes o cambios extremos de temperatura. Estas personas con frecuencia pierden sus bienes por los daños que les causan dichos desastres y, en consecuencia, su pobreza crece. Con pocas alternativas para mudarse se quedan en el lugar esperando mejoras o que la naturaleza deje de “meterse” con ellos.

Este es tan común que se ve en grandes , medianas y pequeñas ciudades en buena parte del mundo, y en especial en países en vías de desarrollo y con altos índices de pobreza. A este panorama se suma el de la contaminación ambiental que producen los automotores, fábricas y desechos de la población. Los servicios –calidad del agua, centro de salud, tiendas de autoservicio, luz, internet-, riesgos –inundaciones, deslaves- y contaminación –ruido, polvo, solventes en el ambiente-, son distintos en las zonas residenciales y medias a los de la periferia.

La degradación del espacio urbano es mucho mayor en las periferias que en las zonas residenciales, de servicios o denominadas de alta plusvalía, cuando menos por dos razones: la falta de atención gubernamental y  la poca o nula aplicación de la reglamentación urbana. Los políticos en campaña y en el poder hablan mucho de atender como prioridad las zonas donde habitan los pobres, porque significan votos, popularidad y números importantes para engrosar las estadísticas de beneficiarios. Sin embargo, la atención en inversión, servicios y políticas públicas que se realizan no corresponden a lo que se necesita para que los habitantes tengan una calidad de vida digna y que disminuyan los riesgos que con frecuencia enfrentan.

El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat), desde finales del siglo pasado y a lo largo de éste, ha propuesto una serie de lineamientos para que los gobiernos implementen medidas que hagan las ciudades más habitables, con menores riesgos y mejor calidad de vida para todos sus residentes (muchas de estas medidas se citan en la Resolución de la Asamblea General del 27 de diciembre de 2013).

Producto de dicha resolución, desde 2014 los Estados miembros decidieron trabajar sobre una agenda que atienda de manera urgente los problemas que padecen y evitar continúen en el futuro, para este año, 2021, ONU-Hábitat les propuso el tema “Adaptar las ciudades para la resiliencia climática” (ONU-Hábitat. Nota Conceptual 15 julio 2021). Por tanto, los objetivos son: “aumentar la conciencia sobre la adaptación el cambio climático y la resiliencia urbana”; “inspirar acciones climáticas a nivel local compartiendo conocimientos sobre resoluciones efectivas de resiliencia en sistemas urbanos”; y “contribuir a la implementación de una Nueva Agenda Urbana que disminuya riesgos de desastres y el Acuerdo de París para el Cambio Climático para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible.”

 

Estrategias Ciudades Vulnerables

Las estrategias que propone para lograr estos objetivos son:

Desarrollo de la resiliencia integral.” Consiste en tener en cuenta la crisis climática que se padece, atender la pobreza urbana, los asentamientos informales y “garantizar el acceso a servicios básicos para todas las personas, gestionar los ecosistemas y sistemas urbanos, y hacer que los medios de vida sean sostenibles y resilientes.”

“Adopción de un enfoque a favor de las comunidades vulnerables.” Para esto se requiere ofrecer apoyo a los grupos más vulnerables y la “gestión del entorno urbano, así como las prácticas inclusivas de planificación y gobernanza, son esenciales para garantizar que nadie, ni ningún lugar se quede atrás.”

“Invertir en infraestructura más sostenible y resiliente al clima, salvaguardando el acceso a servicios urbanos básicos.” Con lo anterior se pretende, “salvaguardar el acceso a los servicios urbanos en tiempos de crisis” como un requisito “para reducir la vulnerabilidad de todos los habitantes.”

“Explorar soluciones basadas en la naturaleza y enfoques de adaptación basados en ecosistemas.” Para lograrlo se hace indispensable “adaptar medidas genéricas a condiciones, desafíos y oportunidades específicas mientras se amplían las soluciones innovadoras locales.”

“Incorporar estrategias de adaptación al clima en la agenda de desarrollo, incluida la respuesta al COVID.” Por lo que se debe “transformar las economías urbanas actuales para que sean más sostenibles, socialmente justas y resilientes”.

“Cooperación entre ciudades para la reducción de riesgos y la construcción de resiliencia.” Debe haber un aprendizaje compartido de prácticas y experiencias que se deben adaptar a las condiciones de cada ciudad.

Estas medidas propuestas para reducir riesgos por el crecimiento de las ciudades y el cambio climático se observan como impostergables para que los daños a la población causen menores impactos. Los gobernantes tienen que cambiar sus prioridades, primero atender los problemas de la población y después ver por sus agendas personales.

Las ciudades crecen y son más vulnerables a los desastres, en consecuencia, los daños y las personas afectadas van en aumento, en especial las más pobres y vulnerables.

 


Bibliografía

ONU. Adaptar las ciudades para la resiliencia climática. Nota Conceptual. 15 julio 2021. DOI: https://n9.cl/f9i6o

  • Resolución aprobada por la Asamblea General el 27 de diciembre de 2013. A/RES/68/239. 5 de febrero de 2014. DOI https://n9.cl/u7pcc

 

En este trabajo se reúnen algunas facetas de la filosofía actual. Recientemente se han destacado algunas de sus corrientes, a las que conviene atender, para estar al día en nuestro conocimiento filosófico. Pues todo depende del diálogo que logremos sostener con esas escuelas o tradiciones. Dentro de ellas se encuentran: la filosofía analítica, la fenomenología, la hermenéutica, con especial énfasis en la hermenéutica analógica y el nuevo realismo.

Perspectivas actuales de la filosofía

Mauricio Beuchot

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Se trata de una mirada desde su acción pastoral que se enfoca en las heridas sociales, en las problemáticas que afectan a los diversos ámbitos comunitarios y contienen efectos transversales en la persona, las familias, las comunidades y la sociedad en general.

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